hace casi un año, concretamente el 15 de diciembre de 2013, escribía en esta misma columna que las desinversiones que Kutxabank estaba realizando en empresas estratégicas de Euskadi, en concreto, en el caso de Ibermática ?dando entrada a fondos de inversión sin ninguna conexión ni con el sector ni con el entorno? estaba provocando el abandono de ese modelo económico y de hacer empresas con una visión y perspectiva que se estaba aplicando en este país hasta entonces con las graves consecuencias de dependencia y pérdida de la capacidad de decisión en sectores fundamentales para el desarrollo y futuro.
Esa apuesta neoliberal de desinvertir y de poner todo en venta al mejor postor, sin tener en cuenta esa visión y el compromiso social con el territorio que debe tener una entidad como Kutxabank y sin considerar las negativas consecuencias y empobrecimiento a medio y largo plaza de desplazar los centros de decisión en el exterior, ha sido entre otras cuestiones, una de las claves fundamentales que han provocado la salida de Mario Fernández.
Frente a interesadas versiones que se han venido manifestando en los últimos días, todavía nadie ha dicho que el cambio en la presidencia de Kutxabank se debe lisa y llanamente a una pérdida de confianza de los accionistas del banco, BBK, Kutxa y Vital, con el gestor que habían contratado para dirigir la entidad, entre otras cosas, por actuar y hacer cosas por libre sin el conocimiento de los propietarios.
La gota que colmó el vaso fue las negativas que Kutxabank planteó en el seno de la sociedad pública de promoción de empresas Ekarpen ?en la que el banco vasco es el principal accionista con casi el 50%, junto del Gobierno Vasco, las tres diputaciones forales y la EPSV de Lagun Aro? sobre las inversiones a realizar en determinadas compañías vascas, entre otras Fagor Electrodomésticos, con anterioridad a su quiebra. Una decisión que no solo no fue consensuada con los accionistas del banco sino que sentó como un jarro de agua fría al Ejecutivo de Urkullu, porque suponían palos en la rueda a toda la política industrial que está desarrollando para afrontar de la mejor manera la crisis.
Ese modelo poco comprometido con el entorno socioeconómico donde se asienta Kutxabank, de abandono de la colaboración público-privada que tanto nos ha fortalecido, del rechazo a que el banco de las cajas sea una herramienta al servicio de los proyectos empresariales y de infraestructuras, es lo que ha provocado la crisis de la entidad vasca, por encima de la intención de Fernández de sacarlo a Bolsa cuanto antes, con ser esto también muy importante.
No hay más que hablar con los empresarios, sobre todo los guipuzcoanos ?donde las pymes conforman el tejido industrial del territorio?, para conocer la opinión sobre el apoyo que han tenido de un banco que teóricamente podía ser el más cercano y que, en el colmo de esta falta de compromiso, renunció a nombrar administrador concursal en uno de los pocos procesos de acreedores que se han resuelto, con todo el peligro que ello tenía por ser el principal acreedor.
La propia consejera de Desarrollo Económico, Arantza Tapia, fue la única representante del Gobierno Vasco que tuvo la valentía de expresar de manera pública en octubre del año pasado en una entrevista publicada en NOTICIAS DE GIPUZKOA ?otra cosa es lo que desde el Ejecutivo de Urkullu se hiciera en privado?, su preocupación por la política de desinversiones en empresas estratégicas vascas que estaba realizando Mario Fernández, por lo que significaba de alejamiento de los centros de decisión empresariales de Euskadi.
Una cuestión que parecía poco preocupar en el banco, ya que uno de sus directivos tuvo la osadía de decir que la viabilidad de las empresas no está tanto donde se sitúe el centro de decisión, sino que la compañía sea competitiva o no. Para confirmar esa tesis solo basta repasar la lista de cierres de plantas de multinacionales que se han producido en Euskadi en los últimos meses, a la que se ha sumado en las últimas semanas Candy Hoover de Bergara.
Mario Fernández llegó a Kutxabank no solo para hacer la fusión de las tres cajas de ahorros en lo que fue un modelo de absorción y no de fusión ?tal y como estaba establecido desde los tiempos de Xabier de Irala?, desde una posición de preeminencia y tamaño por la compra de Caja Sur, con el lastre que ello ha supuesto, y la cantinela interesada del coste de las provisiones de Kutxa en sus inversiones en Murcia y Andalucía ?en tiempos en los que, curiosamente, no estaba el actual presidente, Xabier Iturbe?, sino con el mandato de hacer de la entidad fusionada un banco vasco al servicio del tejido social y económico y teniendo en cuenta la Obra Social, donde se fundamenta la existencia de sus tres accionistas. Y en ese objetivo, el anterior gestor parece que tomó una dirección que no ha sido la adecuada, a juzgar por sus resultados.
Es en ese equilibrio territorial de Euskadi, que nos ha dado fuerza como país y que ha hecho que hayamos podido responder mejor que otras regiones a la crisis, es donde debe actuar el nuevo equipo gestor de Kutxabank, con el nuevo presidente Goyo Villalabeitia al frente. Ahora que se pone como un gran activo que Kutxabank haya sido la entidad más solvente del Estado en el último test de estrés de la UE, es necesario recordar que algún valor tendrá en ese reconocimiento la gestión que en su tiempo realizaron Kutxa, como caja de ahorros que fue la segunda entidad más solvente en el examen de 2011 y la tercera en 2010, y BBK que, de ser la segunda ese año, pasó a la cuarta hace tres por la adquisición de Caja Sur. Por eso, la nueva etapa que se inicia en Kutxabank puede significar recuperar aquel espíritu con el que nació hace casi tres años.