El antídoto de la participación
Entre los empresarios de nuestro entorno compartir el capital con los trabajadores todavía tiene un componente de utopía
La disposición que están demostrando los extrabajadores de la empresa Azcue de Azpeitia para reflotar la empresa, que está en proceso concursal, a través de la constitución de una sociedad laboral mediante aportaciones económicas que pueden oscilar entre los 10.000 y 20.000 euros, es una prueba de que la participación de los empleados en las compañías es un factor sustancial para el anclaje y la pervivencia de las sociedades en el territorio.
El entusiasmo que han mostrado cerca de 100 de los 125 trabajadores que formaban parte de la empresa quebrada por volver a poner en marcha la compañía con dos inversores industriales cántabros vinculados al sector de la madera no está tanto en la situación coyuntural por la que atraviesa la compañía, sino en la comunión que ha existido entre los empleados y la propiedad para desarrollar conjuntamente un proyecto industrial que la crisis se lo llevó por delante. La quiebra no fue por falta de sacrificio y esfuerzo de los empleados, sino por falta de recursos en el circulante para solventar una situación financiera límite tras la caída de algunos pedidos de importancia.
La respuesta que están dando los trabajadores de Azcue a la posibilidad de que pueda recuperarse su actividad forma parte del ADN que ha hecho que esta firma de Azpeitia fuera una total innovadora no solo en el desarrollo de nuevos productos y en el enfoque de su mercado hacia la internacionalización, sino en la puesta en marcha de nuevas formas organizativas en su seno.
Hasta la presentación del concurso, los trabajadores de Azcue participaban en el capital y la gestión de la empresa a través de una sociedad de cartera, lo que da una idea de que la actual iniciativa puede tener grandes posibilidades de consolidación.
Pero la participación de los trabajadores en las empresas no puede responder a situaciones extremas en la vida de las compañías, sino que debe fraguarse en los momentos de normalidad y estabilidad para afianzar el futuro de las sociedades con garantías.
Y esto es lo que se debe impulsar en las distintas variables en las que se traduce la participación de los trabajadores en las empresas como pueden ser en el capital, la gestión o en los resultados de las compañías.
Dados los tiempos que corren, parece que la primera opción está en estos momentos en situación de hibernación. La falta de entusiasmo que en algunas empresas se ha producido por parte de los trabajadores a la hora de implicarse en el proyecto empresarial mediante la participación en su capital hace que, de momento, este modelo forme parte de la etapa final del proceso y siempre en el largo y medio plazo.
La situación financiera de los trabajadores, afectados por la crisis, las obligaciones familiares y una ausencia de espíritu emprendedor como consecuencia de una situación social que no anima, precisamente, a fortalecer compromisos está haciendo que la variable de la participación en el capital de las empresas no figure como prioritaria.
Todo ello, al margen de que entre los empresarios de nuestro entorno compartir el capital con los trabajadores todavía tiene un componente de utopía que lo hace, de momento, irrealizable.
Es precisamente ese sustrato cultural existente entre empresarios y trabajadores lo que provoca grandes recelos en la aplicación de la participación por lo que tiene de compromiso y voluntariedad a la hora de compartir el proyecto empresarial, a pesar de que sobre el papel las ventajas en el anclaje y la localización de las empresas en el territorio sean importantes
Sin embargo, la participación sigue contando con el interés de las empresas guipuzcoanas hasta el punto de que ha habido un aumento del 33% en la petición de subvenciones para la puesta en marcha de proyectos de innovación social, innovación organizacional -donde se engloba la participación-, y responsabilidad social corporativa convocados por la Diputación Foral de Gipuzkoa.
En paralelo, la patronal Adegi sigue desarrollando esa nueva cultura de empresa que impulsó hace ahora un año desde el prisma de la participación de los trabajadores en los resultados, al parecer, con gran interés por parte de las compañías guipuzcoanas, que ven esta fórmula como la más factible, a pesar de que ello, signifique que el empresario debe actuar de manera transparente y ofrecer una comunicación adecuada sobre los resultados de la sociedad. Esa es la esencia del proyecto compartido de empresa.
A pesar de que Adegi no hizo otra cosa que sacar a la luz lo que ya se venía aplicando en algunas empresas guipuzcoanas, el modelo de reparto de resultados entre los trabajadores parece que por su viabilidad está suscitando un interés más allá del territorio.
Hace unos días alrededor de unas 25 empresas del sector del Metal de Bizkaia recibieron información de la mano de responsables de Adegi del modelo de participación de los trabajadores en los resultados de la compañía a petición de parte, tras conocer los resultados en sus homólogas guipuzcoanas.
A pesar de esta realidad, todavía hace falta un mayor y decidido apoyo institucional que haga posible que la participación en sus distintas variables forme parte del tejido empresarial como un antídoto para hacer más competitivas a nuestras empresas, anclarlas en su entorno y evitar sus deslocalizaciones en situaciones de crisis. La forma en que importantes empresas participadas guipuzcoanas han respondido a la actual crisis así lo demuestra.