Donostia, la capital de moda
Donostia es una ciudad que está de moda y es mucho más conocida en el extranjero que en el Estado. Esta afirmación realizada por el alcalde donostiarra, Juan Karlos Izagirre, en una entrevista publicada ayer por NOTICIAS DE GIPUZKOA con motivo del inicio de la Aste Nagusia es una realidad constatable a nada que uno transite por las calles del centro de la ciudad o en aquellos lugares como el paseo de La Concha o el puerto, que por su atractivo, reclaman al turista y donde el francés y el inglés se escucha con naturalidad.
La fuerza de la proyección que Donostia tiene en el extranjero es tal que aproximadamente el 70% de la ocupación de los hoteles donostiarras procede de turistas de fuera de nuestras fronteras cuando hace escasamente dos o tres años significaba el 25% de la afluencia. Este cambio en el que el turismo español se ha colocado en un segundo lugar se ha debido no solo a la falta de poder adquisitivo como consecuencia de la crisis, sino a los recelos que en algunos sectores del Estado todavía provoca la presencia de Bildu en las instituciones.
El hueco está siendo aprovechado por los extranjeros con un efecto muy positivo en la cuenta de explotación de estos establecimientos, ya que estos nuevos clientes con más capacidad económica y menos afectados por la crisis pueden permitirse pagar 250 euros por una habitación de hotel en Donostia, cuando la misma y de la misma categoría en Bilbao cuesta 60 euros.
Esta afluencia del turismo extranjero a Donostia tiene su origen, entre otros factores, en la decisión de ETA de dejar las armas el 20 de octubre de 2011, con lo que la violencia dejó de existir en las calles, y en el atractivo de una ciudad que por su belleza, sus manifestaciones culturales y su gastronomía sigue concitando el interés del foráneo por conocerla. El Festival de Cine de Donostia y la labor de nuestros cocineros, que han colocado a Donostia en el firmamento de las estrellas Michelin y referente de los mejores restaurantes del mundo, son elementos fundamentales para colocar a la capital donostiarra en el mundo de la misma forma que su arquitectura, su estética urbana y cuidado de la ciudad, junto a la educación y el trato afable de sus gentes.
Lo curioso de la afluencia de este turismo con poder adquisitivo es que desde las distintas administraciones vinculadas al sector del turismo parece que trabajan más con la inercia de lo ya conocido como la asistencia a ferias u otros eventos que la formación de paquetes atractivos destinados a un turismo extranjero con alta capacidad económica y que, en algunos segmentos, también puede ser atraído por lo exclusivo.
Donostia está de moda porque la ciudad tiene tanto atractivo por sí misma que se vende sola, pero no porque se hayan puesto en marcha mecanismos de colaboración público-privada sólidos y potentes para convertir el turismo, tanto el de ocio como el de congresos, en una de las grandes actividades económicas de la ciudad. El caso de Barcelona es un claro ejemplo a imitar porque la simbiosis entre el sector público y el privado ha funcionado con tanta precisión que la capital catalana se ha convertido en un referente mundial, superando con distancia a otros destinos españoles como Madrid.
Los turistas vienen por la proyección que tiene Donostia en el exterior como los pasajeros que se embarcan en los minicruceros que arriban al puerto de Pasaia y que llegan a la dársena guipuzcoana no porque alguien se haya preocupado por atraer a este tipo de turismo, sino porque las propias navieras con sede en los puertos estadounidenses de Miami y Seattle han colocado a la bahía pasaitarra como una escala por su singularidad paisajística y por su proximidad con la capital guipuzcoana. Entre mayo y septiembre alrededor de 800 turistas recalarán en Pasaia motu proprio sin que nadie se haya preocupado de potenciar este tipo de turismo que para la Autoridad Portuaria no es algo estratégico, pero sí puede ser para el entorno en el que se ubica el puerto.
No estoy planteando la práctica utilizada por parte de las instituciones tanto de Bizkaia como de Bilbao, en lo que podría denominarse compra de turistas, en los que a base de talonario han sido capaces de llevarse el Festival de El Sol de Publicidad o el Mundial de Baloncesto, sino de recuperar el impulso, la vocación emprendedora y el compromiso con la ciudad de aquellos que vieron la proyección del Festival de Cine, Jazzaldia o eventos deportivos como la Behobia-San Sebastián o la Donosti Cup, por poner algunos ejemplos.
Estos eventos nacidos desde el emprendizaje y el compromiso de sus impulsores y que permanecen un año tras otro, a pesar de las dificultades existentes, entre ellas, las malísimas conexiones aéreas y ferroviarias que tiene Donostia, contrasta con el turismo de infraestructuras que tiene Bilbao, gracias a contar con el aeropuerto de Loiu, la terminal de cruceros del puerto de Bilbao, el Guggenheim o el BEC, en cuya infrautilización contribuimos el conjunto de todos los vascos con 12 millones de euros, según los presupuestos del Gobierno Vasco.
Me da la impresión de que en Donostia estamos perdiendo grandes oportunidades para poner en valor una actividad económica como es la del turismo que, no por estar en el sector de servicios, debe ser menos importante que el industrial, sobre todo si se dirige a un cliente con poder adquisitivo y que tiene unos atractivos como son el paisaje, la cultura y la gastronomía que solo pueden darse aquí. Ese es el valor añadido que tiene Donostia como referente turístico, al que todavía no se ha sabido hincar el diente como debiera y se ha ido actuando al albur de las circunstancias.
Para aquellos que al margen del paisaje y la gastronomía visitan Donostia es imperdonable que la obra de uno de los mejores escultores del mundo no pueda ser visitada desde hace algún tiempo en un entorno privilegiado como es el de Chillida Leku por la situación planteada por sus descendientes, de la misma forma que otro genio de las artes plásticas como Jorge Oteiza se haya recluido en su casa-museo de Alzuza por la miopía de unas instituciones navarras que entendieron el importante legado del artista oriotarra dejó en el territorio foral más como un conflicto con el resto de los territorios vascos que como la expresión del artista que murió preguntándose la esencia del ser y el alma humana, sean vascos o no.
Si Barcelona tiene a Gaudí como gran referente cultural, aquí tenemos a Chillida y a Oteiza, entre otros, dos genios de la escultura contemporánea mundial, y que cuentan con importantes obras públicas en Donostia y sus museos. A esta lista habría que añadir el recientemente fallecido, Néstor Basterretxea, que cuenta con una importante obra diseminada por la geografía donostiarra. Todavía nos queda todo ese mundo por explorar para convertir a Donostia como centro de referencia de un turismo de alta calidad. Es cuestión de ser emprendedores, conjugar los intereses público-privados y conceptuar al turismo como una actividad económica de carácter permanente. l