En mi larga trayectoria como profesional de la información no he visto una comparecencia pública más errática que la que protagonizó el pasado martes el presidente ejecutivo de Groupe Brandt, Sergio Treviño, que convocó a los periodistas para dar a conocer la última oferta del grupo argelino Cevital en la puja por los activos de Fagor Electrodomésticos, justo en el momento en el que los administradores concursales abrían los sobres con las últimas propuestas, desde la creencia más absoluta de que iban a ser los adjudicatarios.
Mientras Treviño desgranaba la última oferta de Cevital ante una veintena de periodistas a unos 500 metros del hotel donde daba la rueda de prensa surgió la noticia del día que provocó que; en cuestión de media hora; las palabras del ex director general de Fagor Electrodomésticos fichado por los argelinos para quedarse con la cooperativa guipuzcoana quedaran en agua de borrajas. Como si se tratara de una partida de ajedrez, su oponente el grupo catalán Cata le había dado jaque mate en toda regla y él todavía no se había enterado.
Tal era la confianza de Treviño en que Cevital se iba a quedar con las plantas de Fagor Electrodomésticos en Gipuzkoa que a la apertura de los sobres con las ofertas mandó a sus abogados, mientras daba la rueda de prensa , cuando por parte de Cata, el propio presidente del grupo, Jorge Pardale se desplazó desde Barcelona para asistir al acto. Todo un ejemplo de la distinta forma de hacer de unos y otros.
Mientras Treviño, -con el apoyo entusiasta e interesado hasta el último momento de un periódico guipuzcoano que veía en Argel la solución a Fagor Electrodomésticos-, se dedicaba a dar a conocer públicamente sus intenciones sobre la cooperativa y desvelando los parámetros donde se iba a centrar su oferta, los responsables del grupo Cata mantenían silencio y actuaban con prudencia y paciencia. Como un jugador experimentado de ajedrez, los catalanes han estado moviendo sus fichas con sutileza y reaccionando ante el comportamiento del adversario hasta el punto de ofrecerle tal confianza como para creer que iba a ser el ganador.
El momento cumbre de esta partida fue cuando en la primera mejora de las ofertas Cata apenas ofreció modificaciones sobre la primera propuesta vinculante, salvo en el precio que subió de 19,8 millones de euros a 21,3 millones, manteniendo 501 puestos de trabajo y todo el perímetro de los activos menos la planta de Edesa de Basauri. Sin embargo, Cevital rompió su posición elevando de los 18 millones iniciales a los 23 millones el dinero a abonar por los activos, aumentó el empleo de 300 a 450 y amplió su interés por la línea de negocio de confort, incluyendo la factoría de Bergara.
Este cambio de posición que significaba colocar a Cevital con una cierta ventaja de partida frente a su oponente hizo creer a los argelinos que la subasta de los activos de Fagor estaba ya ganada, pensando que los catalanes tenían poco margen de maniobra y no tenían tiempo para modificar, en tan solo un día, su última oferta de manera tan concluyente como lo hicieron.
La maniobra de despiste de Cata fue tal que hasta los propios administradores concursales se quedaron boquiabiertos cuando en la sede de la consultora Sayma de Donostia abrieron el sobre de Cata. Los catalanes no solo habían mejorado su oferta sino que la duplicaban hasta alcanzar los 42,5 millones de euros, 14 millones más que los ofrecidos por Cevital, de los que 20 millones se abonan al contado, se eleva en 200 empleos más la propuesta de trabajo hasta llegar a los 705 y se opta por todo el perímetro, incluyendo la planta de Edesa de Basauri. A todo esto hay que añadir la aportación de 6 millones de euros más, que Cata se ha comprometido a abonar a los administradores concursales por la compra de los derechos de cobro sobre los clientes de Fagor Electrodomésticos y que están sin cuantificar. Todo un bombazo.
La contundencia de la oferta de Cata es tal que no sólo los administradores concursales no han tenido que utilizar la fórmula polinómica para puntuar las ofertas en las pujas en función de unas variables como la generación de empleo, precio, etc., sino que el hecho de que el grupo catalán se comprometa a la reactivación de todas las unidades productivas de Fagor Electrodomésticos invalida en su totalidad la propuesta de Cevital. Los argelinos solo les interesaba, en parte, la planta de Garagar-tza para producir hornos y placas, la de Eskoriatza, en lo que se refiere a ollas a presión y, al final, Bergara por los calentadores de gas. El destino de las líneas de producción de lavadoras, lavavajillas y frigoríficos era Argelia, a lo que hay que sumar activos no afectos a la productividad por los que ofrecía una cantidad ínfima si se tienen en cuenta los 277 millones de euros en los que están valorados en la actualidad los activos de la concursada.
A la espera del auto judicial que el juez de lo Mercantil Número 1 de Donostia, Pedro José Malagón, deberá dictar mañana o el martes, lo más probable es que en Fagor Electrodomésticos se va a hablar catalán en los próximos días por la única razón de que ha hecho la mejor oferta en precio, empleo y en la recuperación de la actividad industrial no sólo de las unidades productivas adquiridas, sino por su vinculación con empresas y proveedores de la zona de Debagoiena.
Una decisión favorable a Cata, supone todo un jarro de agua fría a los planes de Cevital, que de la mano de Sergio Treviño, se quería convertir en un operador global del sector de electrodomésticos en Europa y norte de África. Ahora Cevital se queda con dos plantas y el servicio técnico de Brandt en Francia, por las que abonó 12,5 millones de euros, sin posibilidad de entrar en el mercado estatal al no disponer de las marcas Fagor, Aspes y Edesa, y con una planta de frigoríficos, televisores y acondicionadores de aire bajo licencia Samsung en Argel.
Este es el viaje de ida y vuelta que ha hecho Treviño desde abril de 2013, en que fue nombrado director general de Fagor Electrodomésticos, tras haber presidido desde 2011 Brandt, la que fue filial gala del símbolo del movimiento cooperativo de Mondragon. Lo paradójico del plan ideado por Treviño es que, ironías de la vida, la matriz ha podido sacar todas sus fortalezas para no se devorada por una filial insaciable y poco respetuosa.