esta semana, o como mucho el próximo día 29, finaliza el plazo para que el juez de lo Mercantil número 1 de Donostia, Pedro José Malagón, dicte el auto de la adjudicación de los activos de Fagor Electrodomésticos a favor del grupo catalán Cata o del argelino Cevital. La historia del movimiento cooperativo de Mondragon fundado por el padre Arizmendiarrieta incorporará, probablemente, la página más triste de todo su exitoso recorrido desde 1955, cuando se fundó Talleres Ulgor -acróstico de los apellidos Usatorre, Larrañaga, Gorroñogoitia, Ormaetxea y Ortubay-, que se convertiría en el germen de lo que hoy es el único modelo de empresas de economía social industriales que funciona en el mundo.

La crisis y la falta de determinación, tanto por parte de los directivos como por los propios cooperativistas, a la hora de tomar decisiones drásticas que hubieran servido para que Fagor Electrodomésticos hubiera tenido continuidad si se hubiera orientado hacia las líneas de negocio más rentables, donde era un referente y con una menor plantilla, han hecho, paradojas de la vida, que al rescate de aquellas actividades con más futuro vengan de empresas de capital de fuera de Euskadi.

La adjudicación de los activos de Fagor Electrodomésticos va a suponer aplicar por la vía de facto lo que sus directivos y socios cooperativistas no quisieron hacer, bien por miedo, en el caso de unos, y por desapego a la cruda realidad, en el caso de otros, a pesar de tener un conocimiento claro de la situación de un mercado que estaba en caída permanente y con una fuerte competencia en lo que se refiere a costes por parte de los productores de línea blanca de países asiáticos.

Al final, los principales activos de lo que hasta el pasado mes de octubre fue la joya de la corona del movimiento cooperativo de Mondragon que, paradójicamente, formaban parte de los planes de viabilidad de Fagor Electrodomésticos para su salvación, van a ir a parar a empresas de capital de fuera de Euskadi con todo lo que ello significa de deslocalización de la capacidad de decisión sobre una actividad industrial que seguirá ubicada en Gipuzkoa.

Y este es el problema de fondo que subyace en la liquidación de los activos de Fagor Electrodomésticos y no tanto el modelo cooperativo, que está comprobado que es una alternativa y que ha demostrado de manera eficiente haber sabido luchar contra las adversidades en las crisis. El ejemplo de Irizar, que estos días celebra sus primeros 125 años, como le gusta decir a su director general, José Manuel Orcasitas, y que ha producido el primer autobús eléctrico de Europa, habla en sí mismo de la potencialidad que tienen las empresas de economía social y su compromiso en el territorio como generadoras de empleo y riqueza.

La liquidación de Fagor Electrodomésticos no es algo que atañe solo a Corporación Mondragon, a sus socios cooperativistas o a sus trabajadores por cuenta ajena, sino es la consecuencia de que entre todos los agentes públicos y privados concernidos en su desarrollo y proyección de futuro ha habido aspectos que han funcionado mal, no se han adoptado las medidas necesarias para remediarlo y, en un momento dado, ante la incapacidad se han soltado amarras dejando la nave a la deriva al albur de sus circunstancias.

La imagen de un país no solo se circunscribe a sus instituciones, sino también a sus empresas y a las marcas de los productos que fabrican a la hora de fijar la percepción que de él se pueda tener en respuestas a las demandas y expectativas de terceros. Mucho más cuando se trata de bienes de consumo final como pueden ser los electrodomésticos.

En la Alemania de Angela Merkel, nadie pensaría que empresas tan emblemáticamente alemanas como Mercedes, BMW, Siemens, Bosch, etc, por poner un ejemplo, la decisión de su actividad estaría en otras manos que las oriundas; de la misma forma que en la Francia de François Hollande, ningún ciudadano francés dirá que la producción de los coches que salen de las plantas de Renault, Citroën o Peugeot o de las grandes marcas de champán se deciden fuera del Hexágono. Es una prueba más de que las marcas identifican al país, de la misma manera que Appel y Microsoft simbolizan a Estados Unidos y Samsung a Corea del Sur. Debo decir que, una vez más, en Euskadi, por las circunstancias que sean, hemos fracasado en este derecho a decidir que es la defensa de nuestras marcas que proyectan la imagen de país en un mercado globalizado. Aquello por lo que los demás nos identifican y sirven de referencia. Fagor será siendo made by basque gracias a la decisión de catalanes o argelinos, según sea lo que dicte esta semana el juez Pedro José Malagón.