ahora que el plan de liquidación de Fagor Electrodomésticos ha sido aprobado por el juez de lo Mercantil Número 1 de Donostia, Pedro José Malagón, es un buen momento para recordar que en las ofertas que se presenten por los activos de la cooperativa que pujen por su adquisición no solo se tenga en cuenta el factor de creación y mantenimiento de empleo y la solidez financiera del ofertante, sino un componente importante como es que la propuesta tenga recorrido en el futuro.
Creo que entre las tres condiciones que se pueden establecer en la valoración de las ofertas que se presenten para adquirir los activos de Fagor Electrodomésticos ésta es la fundamental porque de ella, derivan en sentido positivo o negativo las otras dos. Si se hace caso a ofertas basadas en el precio, sin tener en cuenta la componente del empleo y la existencia de un proyecto con visión de futuro, el resultado va a ser la existencia de una empresa con un objetivo puramente especulativo para ser vendida en el momento álgido de su cuenta de resultados y obtener las mayores plusvalías a la inversión realizada. El juez Malagón entraría en una contradicción histórica si aprueba la venta de unidades de negocio de la extinta Fagor Electrodomésticos a fondos de inversión cuyo objetivo especulador nada tiene que ver con los principios de creación de empleo y reparto de la riqueza con la que nacieron, recogiendo la esencia del movimiento cooperativo. Una cosa es que una empresa de economía social haya quebrado y otra bien distinta es que al amparo de la Ley Concursal se traicione, en la medida de lo posible, el espíritu y la filosofía por la que se crearon.
El hecho de que entre las tres ofertas conocidas e interesadas por alguno de los activos de Fagor Electrodomésticos se encuentre un fondo de inversión que ha mostrado sus deseos por una línea de negocio es un dato que obliga a la reflexión, sobre todo cuando la potencialidad de un país industrial y pequeño como es Euskadi está en residenciar aquí sus capacidades de decisión para evitar pérdidas de poder, desaparición de empresas y deslocalizaciones de actividad. Frente a lo global lo glocal.
Es en esencia el reflejo de lo que hemos visto durante estos días en el comportamiento de dos personas que han tenido responsabilidades en el devenir de Fagor Electrodomésticos. Mientras una, en el caso del hasta hace tres semanas director general de la cooperativa, Sergio Treviño, ha aprovechado la primera oportunidad, aun sin estar aprobado el plan de liquidación por parte del juez, para abandonar la empresa y aceptar la oferta del comprador el grupo Cevital como presidente ejecutivo de Groupe Brandt y responsable de la línea de línea blanca de la corporación argelina; otra, como Txema Gisasola, se ha incorporado a la dirección de una cooperativa, tras dimitir como presidente de la Corporación Mondragon y sufrir el vía crucis de aquellos socios cooperativistas que le imputaban la responsabilidad de la situación por el tiempo que fue responsable de la empresa.
Uno se va de Fagor Electrodomésticos como llegó. Fue fichado por ser ejecutivo valioso procedente de la multinacional Vaillant para dirigir el departamento de Marketing de Fagor Electrodomésticos, después ser presidente de la filial de Francia y, con el tiempo, responsable de la cooperativa en unos momentos en los que no supo cambiar la dirección de la compañía, que ya se encontraba en una situación muy delicada. Lo que está claro es que durante los seis años que ha estado en Fagor Electrodomésticos no se le ha impregnado ni un ápice de los principios que inspiraron al Padre Arizmendiarrieta y que, con el tiempo, han dado lugar al grupo industrial más importante de Euskadi.
En el caso contrario está el expresidente de la Corporación Mondragon y antiguo responsable de Fagor Electrodomésticos, Txema Gisasola, ferviente defensor de los principios del movimiento de Arizmendiarrieta, entre los que destaca la colaboración intercooperativa entre las empresas del grupo, que se acaba de incorporar a Ategi, la central de compras de Corporación Mondragon, como ejemplo de esa comunión que debe existir entre compañías que se rigen por los mismos postulados filosóficos y de misión estratégica. Estoy seguro que a Gisasola no le habrán faltado ofertas desde fuera de la Corporación desde que dimitió como presidente de Mondragon. Pero la convicción en los principios y en los valores ha hecho que, a pesar del sufrimiento padecido durante en los últimos años por la situación de Fagor Electrodomésticos, no ha traicionado esa filosofía que da carácter a Mondragon, hasta el punto de ser un referente mundial.
Por eso, aun siendo difícil que los liquidadores de una empresa tengan en cuenta estas circunstancias a la hora de elegir la mejor oferta por los activos de Fagor Electrodomésticos, teniendo en cuenta los intereses de los acreedores a quienes representan, no es menos cierto que en la puja deberían de prevalecer como fundamentales la creación y mantenimiento del empleo, una inversión acreditada financiariamente y un proyecto de futuro que responda a los principios de distribución de riqueza y creación de puestos de trabajo.
El desembarco de fondos de inversión que hemos conocido en Gipuzkoa en los últimos tiempos no parece que es el mejor ejemplo para consolidar nuestro tejido productivo, sino todo lo contrario. Por ello, en la medida de lo posible, sobre todo desde la administración pública, como es el caso del proceso concursal de Fagor Electrodomésticos, habría que poner barreras a los fondos buitre que acechan el territorio.