Debo reconocer que me ha sorprendido la reacción del presidente de Confebask, Miguel Ángel Lujua, sobre la celebración del Global Forum Spain que tuvo lugar el pasado lunes en Bilbao, porque revela un desconocimiento sobre el alcance de este tipo de eventos -basados más en la parafernalia teatral en la que se desenvuelven aquellos a los que se les paga por trasladar a la opinión pública lo que los eufemísticamente llamados mercados quieren- o cierta ingenuidad por pensar que de un acontecimiento de este tipo se iban a sacar soluciones para reforzar la salida de la crisis y encarar la senda del crecimiento a partir de un análisis de la economía real.
Pensar que la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, iba a poner sobre la mesa una hoja de ruta con fórmulas para sentar las bases de la recuperación económica y de la creación de empleo es, sencillamente, desconocer la trayectoria de este organismo, que responde más a unos principios neoliberales de conservadurismo económico que de impulso para fomentar el crecimiento y el reparto de la riqueza entre los países.
¿Cómo se le puede pedir proyección de futuro a alguien que, seis meses después de recomendar al Estado español una reducción del 10% de los salarios para fomentar la contratación y mejorar la competitividad de las empresas, y que contó con el rechazo unánime de la propia CE, empresarios y sindicatos, sigue planteando "una reducción de los costes laborales para facilitar la contratación" a través de una reducción de la fiscalidad sobre el empleo?
¿Qué credibilidad tiene un organismo que reconoce que se equivocó con sus previsiones sobre Grecia, tras llevarla a la bancarrota, y que hoy Suramérica sigue viva y muchos de sus países con crecimientos económicos importantes tras la rebelión de algunos de ellos de no pagar la deuda con la que el FMI les abocaba al desastre?
Lo de Bilbao fue la opereta que se inventó el Gobierno del PP para proyectar a la opinión pública que todos los recortes que ha hecho -y los que faltan por hacer- cuentan con el aval de los organismos económicos internacionales y europeos, como si se tratara de una aportación salida de los cerebros de los ministros de Economía y Hacienda, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, respectivamente, y no de la entrega del diploma al alumno más aventajado en seguir las directrices planteadas por ellos, a pesar de renegar de sus promesas electorales y de un nuevo fraude al sistema democrático.
El forum de Bilbao fue el acto de fin de curso en un centro escolar en el que, a pesar de reconocer el trabajo de los alumnos, se les sigue exigiendo más esfuerzo para terminar su ciclo e incorporarse a una nueva etapa formativa también llena de sacrificios y sinsabores. Eso es lo que Lagarde y el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, le dijeron a Rajoy en Bilbao: "Está bien lo que has hecho, pero todavía falta más".
Al presidente del Gobierno español se le olvidó decir que el coste que nos ha supuesto el rescate de la banca en el Estado ha sido de 130.000 millones de euros, según la estimación que hacen algunos analistas sobre esta cuestión. Una cifra que, de manera intencionada, la ocultan el Banco de España, el FROB y el Ministerio de Economía, así como la Comisión Europea, y que no ha tenido ningún efecto positivo a la hora de favorecer el crecimiento de la economía y, mucho menos, en su traducción en el aumento del crédito, por mucho que desde las entidades financieras se traslade que hay liquidez en el sistema, pero lo que faltan son proyectos convincentes. La versión oficial es que el coste del rescate de las entidades financieras en el Estado ha sido de 40.000 millones de euros.
El rescate de algunas entidades financieras, como es el caso de Caja Madrid -curiosamente presidida por el que, tiempo después sería director gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato- ha tenido un coste demasiado caro para los ciudadanos, mayor que si se hubiera optado por su desaparición de manera ordenada.
Tampoco se dijo en el acto del Guggenheim cuáles son las intenciones de Iberdrola, que ha ido a Londres a presentar sus resultados del ejercicio y anunciar que no va a invertir ningún euro en el Estado mientras la reforma energética planteada por el inefable ministro de Industria, José Manuel Soria, no satisfaga sus intereses. Al presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, se le olvidó decir si con este órdago que plantea pretende seguir el recorrido de otras compañías europeas en pro de la deslocalización, abandonando sus países de procedencia.
Ese es el caso de Fiat, la marca italiana por excelencia de la fabricación de coches, que ha decidido trasladar su sede social a Holanda, un paraíso fiscal para las grandes corporaciones, tras la compra de la estadounidense Chrysler, o Amadeus, que gestiona las reservas de muchas compañías aéreas, y que ha situado su sede en Luxemburgo.
Frente a este hablar de pájaros y flores con el que nos tienen acostumbrados los dirigentes políticos y económicos, la intervención del lehendakari, Iñigo Urkullu, en ese foro, fue la única nota discordante y a la vez saludable por su conexión con una realidad económica que está dejando en el camino a muchos danmiificados. Que en un encuentro de estas características alguien ose decir que la economía tiene ojos y cara para fijar el centro del debate en las personas y en su desarrollo, así como exigir que los bancos tengan que devolver las ayudas que han recibido, a través de créditos, a las empresas para lograr un mayor reparto de la riqueza y un mayor bienestar social, es algo a tener muy en cuenta, no por lo que supone de transgresión sino de firmeza y convicción en los principios.
Lo único positivo del acto de Bilbao es que al PP no le ha quedado más remedio que aprovecharse de Euskadi para proyectar al exterior los valores de responsabilidad, seriedad, eficiencia, conocimiento, fuerte industrialización, internacionalización, etc., que son comunes de la comunidad internacional y que no existen en un Estado donde prima la corrupción, el fraude, la picaresca y el pelotazo. Porque si no, el foro habría tenido como escenario Madrid o Valencia, descartada Cataluña por su proceso sobre el derecho a decidir y su confrontación con el PP.
Por ello, estuvo bien Urkullu al aprovechar esa plataforma para volver a insistir en las características del modelo económico vasco, que se asienta en el desarrollo humano y el crecimiento sostenible. Unas características por las que es objeto de estudio en las principales universidades del mundo y que no tienen nada que ver con la deriva a la que algunos nos quieren llevar.