Una vez conocido el previsible rechazo de la Corporación Mondragon a los planes de viabilidad presentados por los trabajadores de las plantas de Bergara y Basauri que conformaban la línea de Confort de Fagor Electrodomésticos, y las previstas reacciones de sus empleados ante un futuro cada vez más oscuro, la pregunta que hay que hacerse es cuáles han sido los motivos por los que, desde un plano eminentemente político, sobre todo en el territorio al oeste del Deba -leáse Bizkaia-, se ha estado alimentando una quimera con poco o ningún desarrollo en el futuro.
Por qué desde el territorio al oeste del Deba se ha estado impulsando el espejismo de la vuelta a la actividad de Edesa, cuando desde el mismo día del cierre de las plantas de Fagor Electrodomésticos se sabía que la recuperación era casi imposible por una cuestión que es absolutamente clara; las dos plantas de la línea de Confort deberían de contar con el apoyo de un gran socio industrial que les garantizase un nivel determinado de demanda y actividad, así como un posicionamiento en un mercado dominado por Vaillant y Bosch.
Esta es una de las claves, probablemente la más importante de este proceso y que se ha obviado por parte de las instituciones y agentes políticos que fijaban la continuidad de las plantas a la decisión de la Corporación Mondragon, sin tener en cuenta, una serie de condicionantes que forman parte de la dinámica de los mercados y de la propia economía.
De qué sirve que las instituciones vascas se comprometan a poner encima de la mesa 20 millones de euros para reflotar dos plantas que se dedicaban a la fabricación de termos, en el caso de Basauri, y a calentadores de agua por gas, en lo que se refiere a Bergara, si no se tiene un compromiso con un gran fabricante del sector, da igual su procedencia, que garantice carga de trabajo a las dos fábricas. Sin contar con ese cliente y sus pedidos, obviamente lo demás era imposible de llevar a cabo.
Por si esto fuera poco, a esta situación hay que sumar el ingrediente de que tanto Fagor Electrodomésticos como sus filiales se encuentran en concurso de acreedores, con lo que plantear que desde la Corporación Mondragon se ayudase económicamente a esas dos plantas y no a otras de la cooperativa en quiebra y con líneas de producción también con posibilidades de futuro, resultaba, cuando menos, una entelequia.
La conclusión a la que hay que llegar es que las leyes por las que se rige la economía no es que sean inmutables, sino que son muy difíciles de cambiar por mucho que se ponga voluntad y medios para su modificación. Eso es lo que le está pasando al Gobierno francés, que después de inyectar recursos para salvar la actividad de las cuatro plantas de Fagor Electrodomésticos en Francia, solo cuenta con el interés del grupo argelino Cevital para hacerse con las fábricas y la garantía de quedarse con 1.200 trabajadores de los 1.800 que componen la plantilla de la filial de la cooperativa vasca.
Por ello, es descorazonador ver las reacciones de los trabajadores de Edesa tras la decisión de la Corporación Mondragon a la que se han agarrado como un clavo ardiendo a partir de la posición de algunas instituciones públicas y partidos políticos que han mantenido falsamente la llama de la esperanza focalizada en la dirección del grupo cooperativo, sabiendo que la solución era difícil.
Y si no eran conscientes de ello y de que reflotar esas dos fábricas requería de la concurrencia de un gran fabricante internacional que les diera carga de trabajo, hay que colegir que en este asunto algunos dirigentes políticos han actuado con cierta frivolidad, por no decir irresponsabilidad.
A día de hoy, todavía no ha aparecido por la planta de Basauri el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, solidarizándose con el porvenir de los trabajadores que, en el caso de los no cooperativistas es, desgraciadamente, incierto y vinculado a las oficinas de Lanbide. Con toda seguridad es, en este momento, donde los trabajadores de Edesa agradecerían la visita del responsable de la diputación vizcaina quien, a mediados del pasado mes de noviembre, no perdió ni medio minuto en presentarse en Basauri, tras la reunión en el Gobierno Vasco para analizar la situación de Fagor Electrodomésticos, cuando supo por boca del director general de la cooperativa, Sergio Treviño, que con tres millones de euros era suficiente para recuperar la actividad de la planta. Y todo ello, sin tener encima de la mesa un plan de viabilidad o la existencia de otros factores que pesan más que poner encima de la mesa cierta cantidad de dinero.
Lo grave del asunto es que de manera interesada se ha querido mantener un espejismo de que la recuperación de la línea de negocio de Confort era posible fuera del grupo cooperativo, al que desde algunos sectores se ha mirado siempre con desdén porque nunca han entendido que una empresa industrial pueda ser propiedad de sus trabajadores y encima funcionar como una de capital.
La respuesta ha llegado tres meses después pero no por parte del grupo Mondragon, que se halla en plena catarsis, sino por la propia dinámica del mercado.
En segundo lugar, esa falsa dialéctica de contraponer Bizkaia con Gipuzkoa que han puesto en marcha algunos desde un planteamiento político torticero de que las cosas funcionan mucho mejor al oeste del Deba que en esta otra orilla, ha tenido también su contestación ante la evidencia de que en el mundo económico hay factores de difícil control por más que uno quiera modificar el curso de los acontecimientos.
Ahora lo importante es que los trabajadores no cooperativistas de Fagor Electrodomésticos, Edesa y Grumal centren sus esfuerzos en tratar de conseguir un empleo que aún se prevé difícil en el corto plazo, a pesar de los datos positivos, todavía incipientes, que apuntan los parámetros económicos. Esta es la única y verdadera esperanza que les queda.