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Cambio de época

La Corporación Mondragon debe llevar a cabo una catarsis para hacerla más sólida y firme ante los nuevos tiempos

esta crisis económica que, hasta que no veamos con nitidez signos reales de cambio ha entrado ya en su sexto año de vigencia, está provocando tal tsunami en el escenario en el que estábamos acostumbrados a movernos que está obligando a realizar modificaciones estructurales de fondo.

Como bien dice el secretario general de Adegi, José Miguel Ayerza, no es una época de cambios, sino todo un cambio de época a la que tenemos que enfrentarnos porque a partir de esta crisis nada va a ser igual. Se ha llevado por delante todo aquello que creíamos consolidado y que hasta ahora había sido útil para afrontar las dificultades y poder encarar el futuro con cierto optimismo. Nada va a ser igual a partir de ahora, porque entramos en un nuevo paradigma para el que tenemos que prepararnos a fondo ante una coyuntura que sigue siendo incierta.

Este tsunami está dejando un importante reguero de víctimas que está poniendo en cuestión modelos que pensábamos sólidos para aguantar los embates de la crisis como antes lo fueron en el pasado con otras también difíciles coyunturas. La crisis está poniendo todo en revisión. No sólo el mundo económico y las relaciones laborales están en cuestión, sino también los comportamientos sociales y los valores y principios, hasta ahora conocidos, están en mutación.

En esa lista de damnificados destaca de manera importante la Corporación Mondragon que está obligada a realizar una reflexión profunda para actualizar los viejos principios y adaptarlos a la nueva situación. Se trata de llevar a cabo una catarsis del grupo cooperativo para hacerlo más sólido y firme ante nuevos cambios de ciclo que, con toda seguridad, se van a producir en el futuro. No es algo nuevo, sino que va en la misma línea que planteaba el Padre Arizmendiarrieta cuando afirma que "el signo de la vitalidad no es durar, sino renacer y adaptarse".

La dimisión del presidente de Corporación Mondragon, Txema Gisasola, ha puesto en evidencia que las reglas de juego en el seno del grupo cooperativo han cambiado de tal manera que, lo que hasta ahora era una estructura sólida, ha hecho aguas en algunos aspectos simplemente por su permeabilidad a unos comportamientos sociales que poco o nada tienen que ver con los principios de solidaridad, compromiso, responsabilidad, sacrificio y esfuerzo que dio origen a este movimiento que es estudiado en todo el mundo.

Esos principios, que son invocados por los fundadores de las cooperativas en los actos que durante el pasado año se han celebrado para conmemorar el 50 aniversario de su constitución, no han estado entre los cooperativistas de Fagor Electrodomésticos, ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor, sin tomar las medidas necesarias para responder a una situación que ya se empezaba a intuir hace algunos años, hasta tal punto que otras cooperativas del grupo con intereses en el sector inmobiliario viraron de rumbo y pusieron proa en la internacionalización.

Todo el mundo era consciente de que Fagor Electrodomésticos era un problema estructural que venía de largo y a quien nadie quiso poner el cascabel porque ello suponía la pérdida de un gran número de puestos de trabajo. Esa huida hacia adelante, obviando cualquier intervención drástica que atajase el problema, -porque para eso ya estaba el salvavidas del grupo cooperativo-, es lo que ha provocado el señalamiento de culpabilidad que se ha hecho de manera expresa al presidente de Corporación Mondragon, Txema Gisasola, por sus años al frente de la dirección general de la cooperativa, cuando la responsabilidad es de todos y cada uno de los 1.865 socios cooperativistas como empresa autónoma y soberana que era.

Esa falta de reconocimiento y cuestionamiento a la figura del presidente, -curiosamente el más joven de los que han pasado por ese cargo y el más breve en su mandato-, por parte de los que deberían de estar más cerca de él y en un sistema interno que no es presidencialista sino democrático, ha hecho que Gisasola se haya visto superado por los acontecimientos y haya decidido abandonar.

En paralelo, el mundo de las relaciones laborales también está cambiando, a pesar de los sindicatos que siguen anclados en un viejo modelo de negociación colectiva cuando la evolución de la economía va a tal velocidad, como lo hemos visto en con Fagor Electrodomésticos, que requiere de respuestas firmes e inmediatas. De que sirve mantenerse firme en oponerse a una reducción de los salarios o rechazar un aumento de la jornada para hacer que una empresa sea más competitiva y salga de una situación crítica, si el resultado de ese inmovilismo es el cierre de la compañía, como se han dado casos en Gipuzkoa. Qué es mejor para un trabajador que la empresa siga activa o esté cerrada y tenga que apuntarse en la lista del paro.

Esa es la pregunta que hay que hacerse desde el planteamiento de defensa de los intereses de los trabajadores en esta coyuntura tan específica. Qué de malo hay que un empresario dé información puntual a todos los trabajadores de la cuenta de resultados de la empresa, de la evolución de las ventas, de la cartera de pedidos, de los planes estratégicos y de inversión, si ello sirve para que la empresa sea más competitiva y garantice su futuro.

Qué negativo tiene que, como ya ha ocurrido en varias empresas guipuzcoanas, los salarios de los trabajadores tengan un carácter variable en función de los resultados, teniendo como suelo la congelación, si se pueden producir aumentos de la masa salarial bastante por encima de lo que se llegaría en un convenio sectorial o de empresa.

Si esto está pasando a día de hoy en las empresas guipuzcoanas, lo que está claro es que debe de haber una adecuación de los sindicatos a esa nueva realidad como ocurre en Alemania, en donde participan, incluso, en comités de vigilancia en las empresas, que han sabido responder mucho mejor a la crisis gracias a una cultura de la flexibilidad.

Por eso, el modelo de relaciones laborales que propone Adegi no solo es una apuesta audaz y arriesgada, sino que parte de un planteamiento empírico, sobre todo en Gipuzkoa, en donde el carácter de auzolan forma parte de nuestro ADN colectivo y tiene su reflejo en el tipo de empresa que forma el tejido productivo del territorio.

Plantear una mayor participación de los trabajadores en el proyecto empresarial, en principio, en lo que se refiere a la gestión y los resultados, y que en el futuro puede materializarse en la entrada en el capital, supone una iniciativa innovadora por parte de Adegi en lo que supone un cambio radical en la cultura de los empresarios y un anclaje de las empresas en el territorio, con todo lo que lo supone de evitar la deslocalización o el cierre de compañías como estamos viendo, sobre todo, en Tolosaldea.

Esta propuesta puede chirriar a algunos, no solo a los sindicatos, sino también a aquellos empresarios con vocación de patronos y amantes de la jerarquia, pero al igual que en su tiempo, causó sorpresa otras iniciativas de Adegi como el contrato por relevo o las EPSV de los trabajadores, como fue el caso de Geroa, las nuevas circunstancias que nos ha traído la crisis requieren de actuaciones novedosas acordes con las necesidades actuales. Es el signo de los tiempos.