EL que estemos en un año electoral, no solo por los comicios al Parlamento Europeo que se celebran el próximo mes de mayo, sino porque 2014 va a ser para el PP el ejercicio del despegue para preparar las elecciones de 2015 y, si cuenta con los votos necesarios, seguir en La Moncloa, es lo que justifica la alharaca con la que el Gobierno de Rajoy haya saludado de manera efusiva el descenso histórico de los datos del paro ofrecidos por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), sin reparar en su contextualización.
Para hacer una lectura cercana a la realidad hay que tener en cuenta no solo la afiliación a la Seguridad Social, sino la existencia de unas listas de parados que van menguando porque hay trabajadores que no se apuntan por ineficacia del sistema para encontrar empleo o porque se han tenido que ir al extranjero.
Aunque pueda parecer contradictorio, las cifras de paro se están reduciendo, no porque tenga relación con la generación de empleo, sino por un descenso de la población activa, es decir, de aquellas personas que en edad de trabajar hacen gestiones para encontrar un empleo, que no figuran en las listas de paro porque, sencillamente no existen.
Bien porque son extranjeros que vuelven a sus países de origen ante la falta de oportunidades, parados sin derecho a prestación que ante la falta de ofertas dejan de acudir a las oficinas de empleo para estar inscritos, o porque, como en el caso de muchos jóvenes han tenido que marcharse al extranjero ante la absoluta falta de expectativas que se les ofrece.
Esta es la realidad del descenso del paro que disminuye obviamente porque hay menos parados inscritos en las listas de las oficinas de empleo, no porque hayan encontrado trabajo, sino simplemente porque han desistido, han tirado la toalla o han hecho las maletas. Esta es la cruda realidad de una política de recortes, improvisación, falta de perspectiva futura sobre el camino que debe de emprender la economía.
Una prueba de ello es la distorsión que se produce en el caso de Gipuzkoa entre el número de parados y la afiliación a la Seguridad Social, que es el dato más real para medir el empleo y el nivel de contratación. Así, mientras Gipuzkoa ha cerrado 2013 con un descenso de 1.076 desempleados menos, lo que supone una bajada del 2,26% y deja el total de parados en 46.612, sin embargo, el número de afiliados a la Seguridad Social tuvo una caída de 2.049 afiliados que dejaron de tener contrato.
Ahondando un poco más, hay que destacar que el sector industrial, sigue perdiendo empleo en el Estado hasta tal punto que en diciembre tuvo un descenso de 8.000 empleos y 17.000 en el año, lo que demuestra que es falso que la devaluación de los salarios puede ser un elemento para salir de la crisis por la vía de la competitividad. En Gipuzkoa, la industria ha sido el sector que ha roto esa tendencia a la baja del paro en diciembre aportando seis desempleados más.
Otro dato que da este tinte cañí a esa España de la corrupción, megacasinos frustrados, nepotismo, intervención a la venezolana del recibo de la luz, etc., es que la buena temporada del olivar ha inflado los datos de afiliación a la Seguridad Social al triplicar una tasa que debería de estar entre los 19.000 afiliados, en este caso al régimen agrícola, y no los 57.000 que se han registrado y que no se van a repetir en este mes de enero.
Quien iba a decir que aquellos aceituneros altivos a los que alentaba el poeta Rafael Albertí para que se levantasen contra los caciques y los señoritos de los olivares de Jaén le iban a dar una alegría a un Gobierno tan conservador como el de Rajoy.
La ausencia de calidad de empleo es otra de las realidades que nos ofrece la estadística del SEPE en la que, una vez más, aquellas bondades que nos vendió la ministra de Empleo, Fátima Báñez, sobre la reforma laboral de hace dos años han quedado en pura evidencia al haberse disparado la temporalidad y caer en un 20% los contratos indefinidos. En Gipuzkoa, la contratación indefinida cayó el año pasado un 24,03% y los contratos temporales han experimentado un crecimiento del 9,85%.
La conclusión más evidente es que por mucho que Rajoy y sus ministros quieran sacar pecho con los datos del paro, la prueba está en que la economía no ha crecido y, por lo tanto es muy difícil que pueda crearse empleo porque hay otras variables que están indicando que hay que hacer otras políticas, precisamente, para relanzar al PIB en términos positivos y cuanto antes.
Para ello, hay que aumentar la inversión, eliminar la restricción del crédito tanto a las empresas como a las familias, mediante una reestructuración de la deuda, adelgazar el sector público, políticas fiscales incentivadoras, etc.
El panorama que ofrece el Gobierno Rajoy, después de dos años en la Moncloa es desolador. La Seguridad Social ha cerrado el año con un déficit de 18.000 millones de euros, lo que significa el 1,8% del PIB, debido, por un lado, a 300.000 trabajadores que han dejado de cotizar por haber perdido su empleo y por, el otro, la destrucción de empleo indefinido a personas mayores de 45 años que están siendo sustituidas por jóvenes con empleos a tiempo parcial y con salarios más bajos.
Como consecuencia de la destrucción de empleo, a la que hay que unir la bajada y congelación de salarios está haciendo que la actividad no mejore por una falta de consumo, que se ve penalizado además por un aumento de los tipos del IVA.
Para redondear un poco más la situación, la deuda pública, aquella obsesión que tanto preocupaba a Rajoy hace dos años, va a llegar al billón de euros, lo que significa un incremento de 100.000 millones por encima de la que había en el año 2012. Por no hablar de las condiciones del mercado bancario y de la situación del crédito.
Por mucha propaganda que quieran hacer, la situación indica que se ha tocado fondo, pero no se sabe por cuanto tiempo la economía va a estar en encefalograma plano hasta que se produzca el cambio a una tendencia alcista. Entre tanto, resignación y que no cunda el desánimo.