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¿Un país en venta?

Los vascos hemos dejado pasar la oportunidad de tener el control de una empresa como Ibermática

el pasado miércoles la asociación cultural Ganbo Iturri y la Fundación Oreki me invitaron a moderar una mesa redonda bajo el título La crisis económica y la empresa vasca. Debo reconocer que no tuve que emplearme a fondo a la hora de dirigir el debate porque era tal la calidad de los intervinientes que no hizo falta la menor indicación para establecer las líneas de discusión.

Cuando se planteó las fortalezas que tiene Euskadi para poder salir airoso de esta larga y tediosa crisis, tanto el expresidente de Confebask y gerente de Lazpiur, Miguel Lazpiur, como el presidente de Arizmendiarrietaren Lagunak y exdirectivo del Grupo Eroski, José María Larramendi, y el exdiputado foral de Innovación y exejecutivo con una larga trayectoria empresarial, José Ramón Guridi coincidieron en señalar como uno de sus elementos fundamentales la necesidad de que la capacidad de decisión de las empresas vascas siga anclada en el país.

Incluso uno de los intervinientes llegó a plantear la posibilidad de poder arbitrar medidas desde la Administración para preservar que el poder de las empresas vascas siguiera con sus raíces en Euskadi y evitar deslocaciones y cierres de compañías como hemos visto muy recientemente en Azpeitia y en Zizurkil, por no hacer referencia a la delicada situación que atraviesan sectores como el siderúrgico que están en manos de multinacionales.

Aunque fuera en un ámbito público reducido, la declaración de empresarios como Lazpiur, -que a pesar de poder estar gozando de una jubilación bien merecida todavía sigue al frente de su empresa como el primer día en lo que significa de ejemplo vivo de lo que debe ser un empresario en su papel de generador de riqueza y empleo-, o ejecutivos que trabajaron en el mundo cooperativo como Larramendi o antiguos responsables en la Administración Pública como Guridi, tiene una gran importancia porque demuestra que hay una gran preocupación por una cuestión que yo entendía hasta entonces que pasaba un poco desapercibida.

Precisamente, por los silencios y la poca reacción, salvo excepciones, que hasta entonces percibí sobre el hecho de que los vascos hemos dejado pasar una oportunidad histórica de tener el control de una empresa de referencia tan importante en el ámbito de las tecnologías de la información (TIC) como es Ibermática y voluntariamente se la ha hemos vendido a ProA Capital, un fondo de inversión con sede en Madrid que lo que va a hacer es lo que está escrito en el manual de este tipo de sociedades. Es decir, permanecer al menos tres años en la compañía para aumentar el valor de la inversión realizada y salir, tras vender la participación al primero que acepte el precio fijado.

Alguien me podrá decir que en el accionariado de Ibermática hay presencia vasca a través del Kutxabank y el equipo directivo que poseen cada uno de ellos una participación del 15%, pero a renglón seguido hay que responder que con el control del 55% del capital por parte de ProA Capital poca influencia pueden tener.

Se puede entender que Kutxabank ha tenido que realizar una desinversión del 32,97% de la participación que tenía en Ibermática con el fin de rebajar su peso en su cartera industrial y responder a las exigencias de la nueva normativa contable de europea de Basilea III, pero de la misma forma es licito considerar que el proceso de venta de la compañía donostiarra se podía haber hecho desde otros parámetros que garantizasen la permanencia de la localización de la capacidad de decisión de la empresa en manos vascas.

Que Caixabank, Sabadell y Caja3 hayan vendido la participación del 11% que tenían en Ibermática forma parte de la lógica de unas entidades que no tienen ningún interés estratégico en Euskadi y que estaba claro que iban a aprovechar la primera oportunidad para desprenderse de una inversión heredada por las fusiones y absorciones que en los últimos años se han producido en el sistema financiero.

Poco caso parece que se ha hecho al llamamiento que desde Gaia Cluster Teic se hizo hace dos meses sobre la necesidad de realizar una reflexión profunda sobre la desinversión y entrada de fondos de capital en empresas emblemáticas del país del sector de la electrónica, informática y telecomunicaciones como lo fue en su tiempo Euskaltel y ahora Ibermática. "La apuesta de Euskadi, decía el director general de Gaia, Tomás Iriondo, en seguir con un sector endógeno con capacidad de decisión local".

Aunque la decisión ya está tomada e Ibermática pertenece a un fondo de capital que tiene inversiones tan dispares repartidas en una cartera en la que se hallan un fabricante de chorizos, una empresa de ambulancias, una gestora de aparcamientos públicos o centros de reproducción asistida, es reconfortante observar que desde el Gobierno Vasco, al menos se muestre públicamente la preocupación de la posibilidad de un alejamiento de los centros de decisión empresariales de Euskadi, tal y como afirma la consejera de Desarrollo Económico, Arantza Tapia, en la entrevista que publicamos hoy, en este periódico.

La apuesta por nuestras empresas y el apoyo a sectores estratégicos y la reputación de nuestras marcas en el mercado internacional como referentes de calidad y excelencia es lo que ha permitido a Euskadi capear la crisis mejor que otras regiones como, por ejemplo, Catalunya que hoy presenta una deteriorada situación económica por la elevada exposición y riesgo de sus empresas a las multinacionales.

Basta con recordar el conflicto que se originó hace años cuando la eléctrica francesa de capital público EDF o, sin ir más lejos, el empresario Florentino Pérez quisieron entrar y tomar asiento en el consejo de administración de Iberdrola.

En el caso de la operación de francesa EDF el entonces vicepresidente para Asuntos Económicos, Pedro Solbes, dijo de manera taxativa: "Nos interesa que el poder de decisión de las grandes empresas esté en manos españolas. Eso es lo importante porque es lo que resulta decisivo para crear riqueza en nuestro país". Trasladen esa reflexión a Euskadi.