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Un modelo vivo

El movimiento cooperativo puede salir reforzado de la crisis porque sigue siendo un modelo de éxito

El monstruo de la crisis que hasta ahora parecía que devoraba empresas por el mundo y que eliminaba del escenario auténticos iconos en sus sectores como ha sido el caso de Nokia, también ha llegado hasta nosotros. Y lo ha hecho de una forma tan virulenta que, no solo ha afectado de lleno a Fagor Electrodomésticos, sino que ha puesto en evidencia la vulnerabilidad del movimiento cooperativo que, hasta ahora, había respondido con éxito a las últimas crisis, incluso creando empleo en los peores años.

Como Nokia, Fagor Electrodomésticos ya forma parte de la lista de damnificados de esta larga crisis de seis años con la gravedad de que ha sido tal la crudeza de sus efectos y la falta de perspectivas de las que nadie se imaginaba lo que podía ocurrir, y que ha tenido como resultado una gran conmoción social. Hoy en las calles de Arrasate solo se palpa la desolación, la desesperanza y la incertidumbre ante un futuro que nadie pronostica cómo va a ser.

Quién iba a decir que una crisis que nació de la avaricia y codicia de los mercados financieros se ha llevado por delante a una empresa que significaba, precisamente, todo lo contrario y cuyo objetivo era crear empleo y riqueza en Debagoiena. Las paradojas de la economía han hecho que, curiosamente, las restricciones crediticias, junto con una importante competencia exterior, a la que hay que sumar la caída en picado del mercado de electrodomésticos tanto en España como en Francia y en Polonia, se haya por delante una empresa de economía social.

Pero eso no significa que la crisis haya golpeado a un modelo cooperativo industrial que es referente mundial de lo que la participación de los trabajadores en una empresa, y que puede suponer, precisamente, una respuesta a la crisis y el arraigo de nuestras empresas en el país.

Una prueba de ello es que han sido las propias cooperativas de Corporación Mondragon las que han decidido dejar caer a Fagor Electrodomésticos porque no estaban dispuestas a realizar otro esfuerzo adicional al que hicieron en el mes de mayo, cuando crearon un fondo de rescate de 70 millones de euros que, visto el resultado, se lo han comido en tres meses.

Tras comprobar que la empresa se había convertido en un saco sin fondo, decidieron no ir al socorro del símbolo del movimiento cooperativo. La disyuntiva era clara: los 1.630 cooperativistas de Fagor Electrodomésticos no podían poner en peligro a los restantes 80.321 socios del grupo. Al fin y al cabo, supone menos del 10% del conjunto de las cooperativas.

La falta de audacia de la dirección de Fagor Electrodomésticos en los últimos años a la hora de tomar decisiones estratégicas y no poner en marcha el plan de viabilidad aprobado en mayo ha podido ser una de las causas de la situación, probablemente, porque han podido primar más los valores ideológicos consustanciales al movimiento cooperativo por encima de los de una gestión empresarial pura y dura.

Es decir, sus gestores han podido ser renuentes a la toma de decisiones drásticas con el fin de preservar el empleo, pensando que la situación económica podía modificarse, a pesar de llevar cinco años de pérdidas continuadas, sacrificando, como así parece, el futuro de la compañía. A todo esto hay que añadir decisiones estratégicas no muy afortunadas, como la compra de la francesa Brandt hace ocho años.

Está claro que la lección que se desprende de la crisis de Fagor Electrodomésticos es que la buena gestión en las cooperativas debe prevalecer por encima del propio modelo cooperativo, aunque ello pueda significar hacer traición en algunos momentos a los valores fundacionales.

De la misma forma, hay que colegir que en la situación de auténtica insolvencia a la que ha llegado Fagor Electrodomésticos también se ha puesto de relieve la necesidad de poner en marcha mecanismos internos de seguimiento de la gestión para evitar que la junta general de socios apruebe cada año unas cuentas que sobre el papel cuadraban, pero que no reflejaban la situación de pérdidas de la empresa.

Con las correcciones que hay que hacer y las lecciones que hay que sacar a la hora de entender que es mejor amputar un brazo gangrenado que no dejar la infección que se expanda por todo el cuerpo, el movimiento cooperativo puede salir reforzado de la crisis de Fagor Electrodomésticos, por mucho que guarde sus esencias, entre otras cosas, porque sigue siendo un modelo de éxito a pesar de la crisis. Solo basta recorrer los casos de Orona, Ulma, Laboral Kutxa, o Irizar o Ampo, que se salieron de la corporación por no estar de acuerdo, precisamente, con la gestión de Fagor Electrodomésticos.