la Gran Recesión en la que se encuentra nuestra economía está provocando no solo que ahora seamos más pobres que en 2008, con menor provisión en los servicios públicos, unas pensiones mucho más reducidas y un paro que se va a convertir en un quiste estructural social muy importante, sobre todo entre los jóvenes, sino que, en sentido contrario, figuras que hace tan solo cinco años fueron rechazadas, incluso ninguneadas, están saliendo de su letargo por la utilidad que siguen teniendo. Alguien debería dar explicaciones por qué durante estos años un proyecto que se antojaba útil para las pymes vascas ha estado metido en un cajón.
El Gobierno Vasco acaba de relanzar el Instituto Vasco de Finanzas (IVF) con los mismos contenidos que en el año 2008, cuando se creó en el último ejecutivo del lehendakari Juan José Ibarretxe por la exvicehelendakari Idoia Zenarrutzabeitia, como una herramienta para centralizar las líneas de crédito para la financiación de las pymes. En aquel tiempo, esta iniciativa, que iba a la par de la línea de apoyo al circulante por valor de 500 millones de euros en favor de las pymes y que este año ha sido también puesta en marcha por el Gobierno Urkullu, fue considerada por el PSE y el PP como el embrión del futuro Banco Público Vasco, sin reparar que entidades semejantes existían no solo a nivel estatal como el Instituto de Crédito Oficial (ICO), sino también el Instituto Valenciano de Finanzas, que tenía las mismas funciones.
Como todo valía para torpedear la gestión de aquel que osó presentar en el Congreso de Madrid un nuevo status para Euskadi con el resultado que todos conocemos, a pesar de contar con la mayoría del Parlamento Vasco, el IVF no solo quedó en el cajón del olvido, sino que con la llegada del Gobierno de Patxi López quedó enterrado con el argumento de que no había dinero para poner en marcha un instrumento de este tipo.
Ahora cinco años más tarde, el Gobierno Urkullu activa el IVF, hasta el punto de nombrar a Josu Garay como director de la entidad, con los mismos objetivos de ser una herramienta que concentre todos los instrumentos financieros del Gobierno para favorecer la financiación de proyectos públicos y también de las empresas privadas.
Aunque nunca está mal que las buenas ideas se pongan en marcha aunque sea tarde, ya que el IVF hubiera sido un buen antídoto para responder a la sequía crediticia con la que están actuando, en general, las entidades financieras, la pregunta que hay que hacerse cinco años después, es que cuando esos partidos se opusieron frontalmente a esta iniciativa, en el momento en que la crisis se veía venir, qué intereses estaban defendiendo: los suyos propios como organización política frente aquel que nos iba a separar de España, como ahora ocurre con Artur Mas, o los de nuestras empresas y, en general, de los vascos.
La prueba es que desde que el consejero de Hacienda, Ricardo Gatzagaetxebarria, anunció el pasado mes de febrero el objetivo del Gobierno Vasco de impulsar el IVF para facilitar el acceso a la financiación de las pymes, y el anuncio el pasado viernes del nombramiento de su director, ninguno de esos dos partidos ha lanzado las campanas al vuelo por lo que puede suponer de una muestra más de independentismo como ocurrió hace cinco años. ¿Es un acto de contricción o la muestra del cortoplacismo con el que actúan en política y cuyas decisiones pueden lastrar de manera importante el devenir de la situación económica de un país?
De la misma manera que en ese mismo año de 2008 esos mismos partidos deberían de haber apoyado la fusión de las cajas vascas, en vez de dedicarse a utilizar a Caja Vital como un ariete para forzar un proceso en busca de una rentabilidad política cuando la actividad de una entidad financiera no tiene nada que ver con la de un partido. Con toda seguridad, en este momento el peso de Kutxabank en el sistema financiero estatal hubiera sido radicalmente distinto al que es.
Su rechazo a una fusión entre BBK y Kutxa, hizo que un proceso, que se presentaba de forma natural y se anticipaba a la gran reestructuración, que luego vendría, del sistema financiero del Estado, retrasase tres años más la integración de las tres cajas vascas y, con ello, la pérdida de oportunidades, para ser una entidad de peso. Todavía hay que recordar los folletos que buzoneó el PSE, con Iñaki Arriola como secretario general, en el que expresaba su rechazo a la fusión bajo la imagen de dos peces en una pecera en donde el grande (BBK) se comía al pequeño (Kutxa). Dos años después de la constitución de Kutxabank, habrá que preguntarle a los socialistas en que pecera se encuentra ahora Kutxa.
Probablemente, el tiempo de pactos en el que nos encontramos hará que las cosas en la economía de este país discurran de otra manera y que la nueva política fiscal que se anuncia sirva, aparte de mantener el estado de bienestar social, para fomentar la reactivación económica y el desarrollo de las empresas existentes y de nuevos nichos de actividad empresarial, así como el empleo para hacer que este país siga siendo competitivo y volcado al exterior.
En este sentido, la reactivación del IVF es una buena noticia, ya que puede ser un instrumento de financiación alternativo a los canales bancarios de los que las empresas tienen una total dependencia, hasta el punto de que la restricción del crédito ha provocado el cierre de compañías que se podían haber salvado de la crisis a poco que hubieran tenido algo de circulante.
Hay que poner en marcha otros modelos de financiación de las empresas para romper con una situación en la que el 80% del crédito de las pymes viene del sistema bancario, cuando en Estados Unidos es solo del 20%, ya que existen otras alternativas como las de los bonos, las participaciones, un mercado de renta variable restringido a las pymes, etc.
Es necesario que las empresas vascas rompan con la dependencia de las entidades bancarias y puedan acceder a una financiación más flexible y rápida a la hora de poder acometer nuevas inversiones o entrar en nuevos mercados internacionales.
Un aspecto crucial para nuestras compañías.