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El diálogo también sirve para luchar contra la crisis

la respuesta que los trabajadores del sector del Metal han dado a las dos convocatorias de paros que a lo largo de esta semana se han producido en Gipuzkoa no solo ha evidenciado la gran fractura que existe en el seno del movimiento sindical vasco, con dos estrategias claramente diferenciadas y enfrentadas, sino que las proclamas de los sindicatos empiezan a no tener eco entre lo que históricamente se ha denominado clase obrera.

Y aquí está el problema que puede tener graves consecuencias en el futuro en el mundo de las relaciones laborales ante la desestructuración de la interlocución de una de las partes que está obligada a mantener, se quiera o no, una vía de diálogo permanente y estable con la patronal para establecer un status quo que beneficie a los trabajadores que representa.

Y esto todavía es más importante cuando Gipuzkoa históricamente ha sido un modelo de referencia en el mundo de las relaciones laborales hasta el punto de que muchos de los convenios colectivos firmados entre Adegi y los sindicatos han servido de guía para la negociación colectiva de sectores productivos no solo de Euskadi, sino del Estado. Gracias a ese espíritu de entendimiento y colaboración entre empresarios y sindicatos se pusieron en marcha iniciativas que hoy, con los previstos recortes en el sistema de pensiones, tienen plena vigencia como son la EPSV Geroa, que nació en el sector del Metal para expandirse a otros sectores, y que constituyó toda una novedad en su momento. Por no hablar del contrato de relevo, una figura que sirvió para rejuvenecer las plantillas de las empresas y que tenía como beneficiario tanto al trabajador que se prejubilaba como romper las dificultades de incorporación al mundo del trabajo de los jóvenes.

Probablemente, todavía queda algo de ese espíritu cuando este jueves, y después de 17 años sin contar con este marco, el centro Onkologikoa ha firmado su primer convenio colectivo para la normalización de la gestión de las carreras profesionales, fundamentalmente, en el área de enfermería. El amplio apoyo del acuerdo por parte de los trabajadores expresado en los 149 votos positivos, frente a los 40 negativos pone en evidencia, que algo puede estar cambiando.

Esta locura de convocatorias dispersas de cinco días seguidos de paro por parte de ELA o de tres alternos de la alianza LAB-CCOO-UGT para coincidir el último día todos juntos, aunque eso sí, no revueltos, no han hecho otra cosa que desorientar a los trabajadores, que no saben muy bien con qué carta quedarse. La prueba es que el viernes, que era la jornada que había que sacar músculo sindical contra la reforma laboral, la normalidad era generalizada, salvo algunas excepciones, en el sector del Metal de Gipuzkoa. Bastaba con darse una vuelta por el Goierri, comarca donde están radicadas importantes empresas metalúrgicas del territorio, para constatar la poca incidencia de la huelga.

Esta huida hacia adelante en la que parecen que están compitiendo un sindicato contra una nueva alianza estratégica de otras centrales, que ha propuesto el próximo día 4 sacar a la calle a los trabajadores de todos los sectores afectados por la reforma laboral, como si se tratara de un huelga general encubierta, ha evidenciado dos cuestiones. Por un lado, que la mayoría sindical vasca está rota con un cambio radical a la hora de elegir las alianzas, con lo que ELA se ha quedado sola en su estrategia, evidenciando aún más sus discrepancias históricas a la hora de afrontar la negociación colectiva con LAB y ESK.

Por el otro, que los trabajadores empiezan a no responder a las consignas de unas estructuras de liberados sindicales que tratan de justificar unas funciones más propias de tiempos pretéritos y que, por falta de adaptación a la nueva realidad, han prostituido el concepto de huelga, dejándoles desprovistos del único instrumento de presión y de fuerza que tenían hasta ahora. Hasta ahora, la huelga era el último recurso al que recurrirían los trabajadores en una situación de bloqueo en la negociación con la patronal y cuando, previamente, se habían agotado todas las vías posibles de acuerdo. Ahora, sin embargo, la huelga se ha convertido en la primera y única amenaza con el resultado que todos conocemos. La depresión económica, con o sin reforma laboral, ha sido tal que ha hecho que las relaciones laborales sean hoy distintas a las de hace seis años, cuando comenzó la crisis, sin que los sindicatos hayan sido capaces de darse cuenta de lo que venía encima y han permanecido anclados en los viejos parámetros de la negociación colectiva de aumento salarial y reducción de jornada, cuando la prioridad era mantener el máximo empleo, incluso a costa de reducir la masa salarial.

La estrategia de confrontación con la patronal que algún sindicato lideró en el año 2000 pidiendo el oro y el moro para forzar una negociación colectiva que, de partida, se antojaba imposible ha tenido como consecuencia que 300.000 trabajadores vascos no estén ahora bajo la protección de un convenio propio sectorial y que, a partir del 7 de julio, no tengan cobertura social o tengan como marco un convenio estatal con peores condiciones a las que tendría el propio de haber estado vigente.

Este es el balance de esa estrategia de confrontar con la patronal, que ahora, en un posterior desarrollo del discurso, aprovecha los viejos esquemas de lucha contra el capital ?algo tan abstracto como hablar de los mercados en economía?, para no hacer el acto de contricción de los errores pasados, instalarse en la inmovilidad y tratar de convertirse en el primus interpares de lo que se debe hacer en este país.

Esta actuación alocada de los sindicatos, tampoco debe tener su correspondencia con la actitud de la patronal que, al amparo de la nueva legislación, aproveche la reforma laboral para cambiar radicalmente las condiciones de los trabajadores y utilizar de manera abusiva el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, que atendiendo a “razones económicas, técnicas, organizativas o de producción, podrá acordar modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo” en lo referente a jornada de trabajo, horario, turno, sistema de remuneración, etc. No hay que aprovechar el instrumento de la reforma laboral para otros fines diferentes a los propiamente objetivos.

La gravedad del momento es tal que hay que volver a los viejos principios de las relaciones laborales, en los que el objetivo era conseguir un acuerdo, sabiendo que cada una de las partes dejaba muchos pelos en la gatera, con el convencimiento de que lo que importaba era el interés general y el mantenimiento de la actividad de las empresas y, con ello, garantizar el empleo.