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La carrera sindical

Con la depresión económica actual, los sindicatos deberían de combinar la lucha con la negociación y el pacto

eL paro de 24 horas que el sector del Metal de Gipuzkoa registró el viernes, a pesar de que la convocatoria pudiera parecer unitaria al coincidir ELA, LAB, CCOO y UGT en secundar la protesta, sin embargo, evidenció una vez más las grandes diferencias estratégicas que tienen en la negociación colectiva en una especie de carrera para que su modelo pueda superar la mítica fecha del 7 de julio donde los convenios sectoriales provinciales decaerán en favor del estatal, si lo hubiere, si previamente no se produce un acuerdo o pacto de empresa.

Resulta curioso observar cómo las centrales sindicales llamaron a salir a la calle a los metalúrgicos guipuzcoanos por motivos bien diferentes. Mientras LAB, que fue el convocante del paro, al que luego se adhirieron los otros tres sindicatos, CCOO y UGT trataban con la huelga de mover a Adegi para desbloquear las negociaciones del convenio del Metal de Gipuzkoa y llegar a un acuerdo antes del 7 de julio, ELA, por su parte, aprovechaba la jornada para reforzar su propia estrategia de convenios de empresa con cláusulas de no aplicación de la reforma laboral de Rajoy.

Por si hubiera alguna duda de sus diferencias. los convocantes escenificaron su división de manera consciente, algo que no se entiende cuando precisamente la unidad parece que es lo que se persigue a la hora de adquirir fortaleza para cambiar las situaciones. Mientras ELA y LAB coincidieron a la hora de elegir el lugar de sus protestas ante la sede de Adegi, aunque con una hora de diferencia ?no vaya a ser que alguien les pudiera confundir?, CCOO se fue al Boulevard de Donostia para expresar su protesta.

Lo del viernes fue una pequeña prueba para puntuar y ver las posiciones del contrario porque, en esta carrera hacia el 7 de julio y sin esperar al resultado, ELA lanzó una huelga en el sector del Metal de los tres territorios vascos de cinco días para la penúltima semana de junio en una especie de demostración de poderío y de reafirmación de quién es el que manda en el panorama sindical vasco. El resto de los sindicatos se enteraron de la convocatoria por la prensa al mismo tiempo que los trabajadores que, teóricamente, deben ser los protagonistas del llamamiento.

Con esta iniciativa que trata de extender la conflictividad en el sector del Metal de Euskadi hasta la víspera del 7 de julio, ELA quiere forzar su estrategia de convenios de empresa con el señuelo de que en aquellas compañías donde se alcance el pacto sus trabajadores no secundarán la huelga y aprovecharse de la incertidumbre que puede provocar el bloqueo y la falta de negociación de los convenios provinciales. En esto no coincide ni LAB, ni CCOO, ni UGT, aunque pudieran estar de acuerdo en elevar el conflicto al conjunto de la CAV.

Cuando la afiliación en los sindicatos sigue cayendo de manera importante, hasta el punto de que en alguna central están reestructurando las federaciones profesionales para reducir su número mediante un proceso de fusión entre ellas, parece lógico que ELA haya optado por los convenios particulares y no por los sectoriales porque es un modo de incrementar base societaria mediante un apalancamiento de la negociación colectiva en el ámbito de la empresa.

La pregunta que habría que hacerse es que en este contexto de lucha sindical en función de las estrategias propias de cada organización, dónde quedan los trabajadores o aquella vieja reivindicación del Marco Vasco de Relaciones Laborales que parece que no existe y lo poco que había se está destruyendo.

No tendría más sentido que, con la depresión económica en la que nos encontramos, los sindicatos combinaran la lucha sindical con la negociación y el pacto como ha sido norma hasta hace pocos años e instrumento fundamental para que este país haya sido capaz de salir airoso de las últimas crisis y, muy en particular, la de los años 80, donde todo el tejido productivo se vino abajo y hubo de reconstruirlo desde cero.

En esos años la posición de los sindicatos era la de mantener los puestos de trabajo sea como sea y para ello, si era necesario, capitalizar la empresa con las indemnizaciones de los trabajadores para que pudiera seguir con su actividad. Gracias a esa estrategia de tener como objetivo alcanzar el acuerdo porque era bueno para las dos partes, hoy tenemos grandes empresas que siguen no solo en pie, sino que se han convertido en referentes mundiales en los productos que fabrican.

Por contra, estamos asistiendo al cierre de empresas con grandes afecciones a comarcas enteras, que se pudieran haber salvado si la competencia intersindical no hubiera entrado en litigio cuando el acuerdo pudo estar cerca para garantizar la continuidad. En esto también hay que responsabilizar a las instituciones por no haber sabido gestionar con inteligencia un conflicto que se enquistó por falta de audacia.

Hay que saber con quien se está negociando porque la estrategia que se puede utilizar en el conflicto de las residencias no puede ser la misma cuando la propiedad y la capacidad de decisión de una empresa está a miles de kilómetros de Euskadi. Afortunadamente, las residencias no pueden deslocalizarse, pero una acería o una empresa de transformación puede cerrarse y trasladar su producción a otro país como lo estamos viendo.

Por otra parte, tampoco hemos oído la voz de los sindicatos ante la propuesta de la Hacienda Foral de Gipuzkoa de gravar fiscalmente las indemnizaciones por despido de más de 60.000 euros que está claro que perjudica a los trabajadores de mayor antigüedad y mayor dificultad para incorporarse al mercado laboral.

Este aumento de la carga tributaria de las rentas de trabajo en relación con las de capital parece que poco concuerda con una situación en la que ese incremento tiene su origen en una situación no deseada y forzosa como es la de un despido y mucho más en este momento, con la aplicación de la reforma laboral. El afán recaudatorio ante la bajada de los tributos que el pasado mes de abril fue de un 5,5% respecto al año anterior, no parece que puede justificar cualquier medida en esa dirección.