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Auzolan Mondragon

Me da la impresión de que desde fuera de lo que es Mondragon, entendido como el grupo que reúne a las 110 cooperativas que forman parte de la corporación, se le ha dado poca importancia a la decisión conjunta y por unanimidad de habilitar un fondo especial de 70 millones de euros para salvar a Fagor Electrodomésticos -la joya de la corona industrial y referente histórico de lo que es el movimiento impulsado por el Padre José María Arizmendiarrieta-, cuando entiendo que esa decisión trasciende al propio mundo cooperativo y proyecta la reactualización de unos valores que creíamos en desuso y que observamos que, no por antiguos, siguen siendo válidos para seguir creyendo en el individuo y tangencialmente salir de la crisis.

La histórica decisión de los compromisarios de las 110 cooperativas de Corporación Mondragon, que el pasado lunes acordaron que las compañías que tienen resultados positivos aporten el 25% de los fondos corporativos que se destinan a nuevos proyectos vayan a financiar el plan estratégico de Fagor Electrodomésticos con 35 millones de euros, y que el 1% de la masa salarial bruta de las 110 empresas que forman parte del grupo, tengan o no beneficios, completen una cantidad semejante, teniendo en cuenta su efecto en la cuenta de resultados y, por ende, en las nóminas de los socios-trabajadores, solo tiene tres nombres: solidaridad, cooperación y compromiso.

Tres conceptos que no son exclusivos del mundo cooperativo, por mucho que algunos lo pretendan como si Mondragon fuera una burbuja que nada tiene que ver con la realidad en la que vive el mundo, sino que cada vez son más necesarios si queremos sobrellevar y superar esta gran depresión que nos atenaza desde hace varios años.

Lo que han demostrado los socios-trabajadores de todas las cooperativas de la Corporación Mondragon, por un lado, y los de Fagor Electrodomésticos, en particular, bajándose sus salarios un 13% en dos años, es que la única forma de lucha contra esta crisis está en nosotros mismos y en una actitud ante la adversidad que ha hecho fuerte en su historia a este país como es el auzolan.

No esperemos que nadie desde fuera venga a nuestro rescate, porque si lo hace será en beneficio propio, con lo que algo perderemos en el intento, y las fortalezas se construyen en momentos de debilidad, con lo que la conjunción de voluntades y objetivos en los momentos críticos hace que los proyectos, sean de la clase que sean, serán más sólidos y tendrán su traslación en el futuro.

Y esa realidad no es algo que incumbe solo a las empresas de economía social, sino también a las anónimas o a las limitadas, en lo que se aventura un cambio radical en el concepto de una sociedad mercantil en donde la participación de los trabajadores en la toma de decisiones, cada vez va a ser más determinante a la hora de que los proyectos se consoliden y se fortalezcan en el porvenir.

No solo en lo que se refiere al mantenimiento del proyecto empresarial en sí mismo, sino en lo que afecta a preservar el tejido productivo anclado en un territorio, con todo lo que ello tiene de generación de riqueza y de fortalecimiento del estado de bienestar en ese ámbito.

La decisión de los cooperativistas de Mondragon a la hora de apoyar a Fagor Electrodomésticos no solo ha estado en resolver unos problemas de financiación derivados de la brutal caída que han sufrido los bienes de consumo, sino en garantizar que las plantas productivas de la marca van a seguir ancladas en este país, por mucho que las circunstancias hayan cambiado, desde el convencimiento de que el futuro está aquí y desde la confianza de nuestras capacidades para cambiar la situación. Mucho más cuando los competidores son unas grandes multinacionales globalizadas, como es el caso.

Hay otro aspecto importante que nos ha puesto de relieve ese gesto de solidaridad y cooperación de los 33.000 socios cooperativistas de la Corporación Mondragon como es, una vez más, los problemas de financiación que están sufriendo nuestras empresas, no ya porque existe un sistema financiero, sujeto a una continua regulación que no responde a las necesidades de nuestras compañías, sino porque en su ausencia, no existen otro tipo de instrumentos para poder asegurar la continuidad, el desarrollo y el nacimiento de empresas.

La prueba es que la Corporación Mondragon, teniendo en su seno a una entidad financiera con larga trayectoria, ha tenido que inventarse una nueva fuente de financiación, como es el Fondo de Reestructuración y Empleo Societario (FRES), con la aportación de todas las cooperativas del grupo para salir al rescate de una empresa que lleva tiempo atravesando grandes dificultades.

Es la prueba evidente de que el actual sistema financiero no sirve para resolver los problemas de las empresas y que habrá que poner en marcha otro tipo de instrumentos con fondos de inversión o sociedades de capital riesgo que suplan los grandes problemas de financiación que están teniendo los empresas. Y en este terreno, como ha quedado en evidencia con el acuerdo del congreso de la Corporación Mondragon, nos falta músculo financiero.

Esta situación ya lo aventuró el presidente del CEPR de Londres y del Observatorio del BCE en Madrid, Guillermo de la Dehesa, cuando en un encuentro, con ocasión de la asamblea general de Elkargi, me comentaba cómo las dificultades de acceso a la financiación que están teniendo las empresas por la aversión de los bancos al riesgo va a provocar un cambio de modelo, hasta el punto de darse el caso de que los propios trabajadores estén obligados a capitalizar a sus propias empresas. Ese nuevo escenario ya lo estamos viendo en el mundo cooperativo y, a partir de ahora, lo vamos a seguir observando al comprobar un cada vez mayor protagonismo de los trabajadores en las decisiones de las empresas, entre otras cosas, porque pueden ser la única fuente de financiación que tenga la compañía.

El cada vez mayor protagonismo que los trabajadores van a tener en las empresas no quiere decir que la responsabilidad no haya que repartirla y, en esto, los propios directivos y ejecutivos de las compañías también deben asumir su parte de cuota, teniendo en cuenta la importancia de las decisiones que se toman. Si una empresa va mal el problema no está en el mercado, sino en aquellos que no son capaces de afrontar la situación y tomar las decisiones adecuadas para cambiar de paradigma.