Cuando se habla de no traspasar las lineas rojas todo el mundo está pensando en mantener aquellas actividades que garantizan el estado de bienestar de los ciudadanos como puede ser la sanidad y la educación, etc., pero nadie hace referencia a la investigación que no se presenta como una necesidad inmediata, pero que es la base para que, precisamente, ese estado de bienestar pueda existir en el futuro.

De la misma forma que la educación se debe percibir más como una inversión y no un gasto porque de la formación que reciban hoy nuestros jóvenes tendremos el país del mañana, la investigación debe ser también prioritaria porque es la puerta para que Euskadi ocupe el lugar que le corresponde en el concierto internacional y responda a los cambiantes parámetros económicos que se están produciendo.

Junto con nuestro saber hacer en la manufacturación que forma parte del ADN de este país, la economía vasca se está abriendo a otros sectores como es la biomedicina y donde Gipuzkoa, a partir de la infraestructura hospitalaria, los centros tecnológicos y de investigación que cuenta, debe de convertirse en una referencia mundial.

Por eso, entristece ver como un centro de investigación en medicina regenerativa como Inbiomed tenga que ajustar sus presupuestos y reducir su plantilla en 18 personas, casi un 36,7% del total, por los problemas de recursos que tiene la Obra Social de Kutxa, que es la auténtica mecenas de este proyecto con gran futuro, derivados de la reducción de los beneficios de Kutxabank de donde se nutre, así como de la caída de las aportaciones de las subvenciones competitivas y no competitivas, provenientes del sector público vasco, estatal y europeo, y de la propia actividad productiva del centro.

A pesar de esta contingencia, el director de la Obra Social de Kutxa, Carlos Ruiz, está haciendo lo indecible para que el compromiso de la caja de aportar este año 1,4 millones de euros se cumpla tal y como figura en el primitivo presupuesto del centro, a través de la venta de activos inmobiliarios, porque tiene absolutamente claro que Inbiomed es un proyecto estratégico en lo que es ya el germen de una nueva actividad económica.

Por eso, es lógico que aquellos que han tirado hasta ahora en solitario de Inbiomed porque la realidad económica lo permitía, apelen ahora al resto de los miembros del patronato, esto es, Diputación Foral de Gipuzkoa, Ayuntamiento de Donostia y Centro Superior de Investigaciones Científicas, a que respondan a su compromiso y aporten los recursos necesarios para que el centro de investigación pueda continuar con su actividad.

Es una cuestión estratégica. Gipuzkoa no puede permitirse que un centro como Inbiomed que desde hace varios años está trabajando en líneas de investigación tan avanzadas como es la reprogramación celular, es decir, la obtención de células madre a partir de células adultas, y por la que el japonés Shinya Yamanaka ha obtenido este año el premio Nobel de Medicina, pueda estar atravesando por una delicada situación por falta de recursos.

Y mientras las empresas de investigación atraviesan dificultades la Cámara de Gipuzkoa concedía por primera vez en la historia un premio de reconocimiento empresarial a un equipo deportivo como es la Real Sociedad.

Con las dificultades que están teniendo nuestras empresas para mantener su actividad, conceder el premio a la gestión empresarial a un equipo de fútbol cuyos responsables se sumaron a dirigir una entidad tras una quita de varios millones de euros que las instituciones y entidades financieras del territorio, así como otros acreedores, tuvieron que hacer para tratar de salvar de la quiebra a una sociedad anónima que cuenta con 14.400 accionistas, parece todo un sarcasmo.

En las grandes líneas de actuación en política industrial que en el acto de entrega de premios desgranó la consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantza Tapia, no vimos que la estrategia para hacer Euskadi un país competitivo e internacionalizado pase por dar impulso a los equipos de fútbol por mucho que hayan alcanzado el sueño europeo.

Hasta ahora no hay parámetros para tratar de establecer nexos de unión profundos entre la gestión de una empresa industrial o de servicios a una deportiva, por la sencilla razón de la distinta naturaleza y actividad de cada una de ellas, por mucho que algunos se quieran empeñar.