La insultante sumisión que la Unión Europea está teniendo respecto del gobierno de Alemania está provocando que cunda el euroescepticismo ante lo poco positivo que nos llega del norte y la alta factura que tenemos que pagar para que la banca germana pueda recuperar las inversiones que tan alegremente realizó en los años de bonanza para fomentar una burbuja inmobiliaria a la que contribuyeron a alimentar y cuya explosión no está siendo digerida de manera compartida.

En Europa, la palabra solidaridad entre los países no existe por la desaparición de los órganos comunitarios que han dejado la capacidad de decisión en manos de los gobiernos de los Estados y con una Alemania que se ha configurado como líder a gran distancia del resto y sin ningún contrapoder, tras la desaparición de Francia de escena y perdiendo posiciones por su situación económica y los casos de corrupción que se han descubierto.

Y si el concepto de comunidad no existe en una Europa dominada por Alemania para qué queremos una Europa que, aparte de las consecuencias derivadas de la unión monetaria, que ahora las estamos pagando, sólo tiene como política el ajuste por el ajuste que lo único que puede provocar es que la segunda recesión -en la que estamos-, se alargue tanto como en Japón que han tenido que incentivar políticas de estimulo a la economía. No existe ningún país que haya salido de una situación como la que nos encontramos, utilizando la fórmula del ajuste y la reducción del déficit público. Hasta el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), ha tenido que abandonar su entusiasta apoyo a las políticas de austeridad.

Europa como proyecto es un gran fracaso por culpa de la canciller alemana Angela Merkel que ha convertido a la UE en un fondo propio de interés germano, hasta el punto de que se permite por conveniencia propia retrasar sine díe la unión bancaria de la UE, una herramienta solicitada por los países periféricos europeos para que las empresas y las familias puedan acceder al crédito bancario, al mismo tiempo que es un instrumento para supervisar e intervenir entidades de crédito y garantizar los depósitos.

Pero el problema de la canciller Merkel no es sólo lo que hace en la UE, sino que su política de austeridad está también paralizando su país y, con ello, economías como la vasca en donde Alemania es el principal cliente junto con Francia.

Por eso, como acertadamente decía el presidente del Observatorio del BCE en Madrid, Guillermo de la Dehesa, en una entrevista en este periódico, las empresas vascas saldrán antes de la crisis si diversifican sus exportaciones a nuevos mercados y no a Europa. Desgraciadamente para nuestras empresas no es que Europa se haya convertido en un mercado tan doméstico como puede ser el español, sino que en este momento está paralizado y, lo que es peor, sin perspectivas de reactivación en el corto plazo por mucho que alguien este poniendo ya la fecha para el inicio de la recuperación.

Precisamente, alguien que ha aprendido la lección de que, de momento, en Europa no hay nada que hacer, a pesar de que el año pasado compró tres empresas, dos en Francia y una en Noruega, es Orona que ha decidido dar el salto a Sudamérica y ha adquirido una compañía en Brasil, que le va a suponer en unos pocos años una facturación adicional de 100 millones de euros.

Aunque la operación no formaba de la estrategia a corto plazo de la cooperativa guipuzcoana, el hecho de que abandone un crecimiento como mancha de aceite que estaba realizando en Europa para afrontar con una implantación propia el mercado latinoamericano, pone en evidencia una realidad constatable avanzada por el FMI que pronostica una recuperación económica internacional para el año 2014. Mientras el crecimiento de la Zona Euro será del 1,1%, -la más baja del mundo-, en Brasil será del 4% y en el conjunto de Latinoamérica del 3,9%, por no hablar del 8,2% de China o el 6,2% de India.

Es decir, que las empresas vascas, sin abandonar sus mercados tradicionales, deben priorizar sus esfuerzos en aquellas zonas del mundo como Asia y Latinoamérica donde se focaliza el crecimiento y que es lo que hace consolidar las matrices en Euskadi. Ya ha pasado el tiempo de aquella vieja creencia de que la internacionalización y la implantación de empresas vascas en el exterior iba en perjuicio de la empresa autóctona. Todo lo contrario, a más internacionalización más consolidación de nuestras empresas y mayor garantía y aumento del empleo en Euskadi.

Esta es una de las causas por las que en Gipuzkoa, la crisis no ha azotado con tanta virulencia como en otras zonas, y aunque se ha ido incorporando a la coyuntura en los últimos meses, lo está haciendo de manera más atenuada hasta el punto de ser el territorio con la tasa de mayor población ocupada y el de menor paro de la CAV, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa en Relación con la Actividad (PRA) del Eustat.

A pesar de la coyuntura, lo que está claro es que la fortaleza de la economía vasca reside en su vocación netamente industrial, la alta cualificación de las personas que trabajan en las empresas, una cultura y compromiso de los empresarios con el entorno y una colaboración público-privada. Todos estos factores nos han servido de salvaguarda para afrontar mejor la crisis, por lo que ahora toca, una vez que cambie el ciclo, ganar tamaño para poder competir en un mundo más complejo y seguir apostando por la inversión en I+D+i. Ahí está el futuro.