La decisión del Grupo Alfonso Gallardo de cerrar Corrugados Azpeitia a la tremenda, argumentando justificaciones que no tienen peso y sin comunicarla a las instituciones vascas, como si sus fábricas formaran parte de un territorio propio del que no tiene que dar cuentas a nadie, no debería de haber sorprendido tanto, como estoy viendo, porque es marca de la casa y de alguien que no es empresario, sino de un personaje acostumbrado a regatear, a engañar, si puede, al contrario y a jugar en el corto plazo sin que el futuro esté en sus previsiones.

Alfonso Gallardo no es un empresario, sino un chatarrero extremeño que aupado por el PSOE de Juan Carlos Rodríguez Ibarra -presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años-, se convirtió en un icono de una región que nunca se ha caracterizado por su pujanza industrial y que, al albur del crecimiento español y del desarrollismo inmobiliario, comenzó no solo a construir sus propias acerías, sino que compró otras en Madrid, Euskadi y hasta en Alemania para satisfacer la demanda que el sector de la construcción necesitaba.

Tan bien iba el negocio que diversificó sus actividades y entró a tomar participaciones en periódicos de Extremadura y de Andalucía, de los que algunos han cerrado o han reducido plantilla de manera importante, lo que le derivó a adquirir Papresa, la planta de producción de papel prensa de Errenteria, que, afortunadamente, parece que no tiene problemas.

Pero como estamos viendo con esta crisis, la explosión de la burbuja inmobiliaria no solo se ha llevado por delante a los promotores y constructores, sino a todos aquellos sectores vinculados con la construcción como son los aceros corrugados. La falta de liquidez del Grupo Alfonso Gallardo -con unas deudas cercanas a los 900 millones de euros con 17 entidades de crédito lideradas por BBVA y en la que también está Kutxabank-, obligó a tratar de vender Corrugados Azpeitia, Corrugados Lasao, en un paquete en el que se incluía una cementera en Extremadura y una acería en Thüringen (Alemania) a la brasileña CSN. Los cambios en la valoración de los activos en la negociación hicieron que los brasileños rompieran las conversaciones, en un principio, y tras retomar de nuevo el diálogo, se quedaron con la planta germana que era, en aquel tiempo, la joya de corona del grupo.

Con estos precedentes, más parecidos a un trilero como ayer me comentaba un empresario vasco vinculado con el sector siderúrgico en Euskadi, el Gobierno Vasco junto con las tres diputaciones, a través de Sociedad de Capital de Desarrollo de Euskadi (SOCADE), concedió hace un año a Gallardo un crédito particicipativo de cinco millones de euros con destino solo a la planta de Corrugados Azpeitia y no al grupo, para garantizar su continuidad, sin que hasta el momento, que se sepa, haya dado cuenta. Es más, la respuesta ha sido anunciar el cierre de Azpeitia, siguiendo el modelo que ya aplicó en septiembre en Corrugados Getafe, con un ERE para la totalidad de la plantilla rechazado por los jueces. Cinco meses más tarde se convirtió en que 241 trabajadores decidieron volver al trabajo aceptando un 35% de rebaja salarial y un excedente de 30 empleados.

No solo eso, sino que la callada fue la respuesta a una gestión realizada por el diputado foral de Innovación, Jon Peli Uriguen, por la que estaba a punto de cerrarse un pedido de 150.000 toneladas de acero corrugado al año con destino a Uruguay y que podría oxigenar la producción de la planta de Azpeitia, que se ha visto envuelta en la grave situación financiera y de liquidez que tiene el Grupo Alfonso Gallardo.

Corrugados Azpeitia es una empresa que no está en quiebra, que cuenta con unos activos muy bien valorados porque dispone de unas buenas instalaciones y unos clientes que han mostrado su fidelidad por la fábrica, por lo que, a pesar de la situación que vive el sector de la construcción, puede tener futuro y recorrido. Un aspecto que nadie de la dirección de Corrugados Azpeitia ha sido capaz de trasladar al exterior para poner en valor una planta muy competitiva en su capacidad productiva y de defender el proyecto industrial.

Tiene razón la consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantza Tapia, de pedir a Alfonso Gallardo que dé explicaciones por el anuncio del cierre de Corrugados Azpeitia, no solo porque debe responder de los cinco millones de euros que las instituciones vascas le concedieron para la planta guipuzcoana sin que se haya visto ningún resultado en este año, sino por lo que supone de efecto negativo en la localidad guipuzcoana.

Si cierra esta empresa, Azpeitia se queda prácticamente sin sector industrial, ya que las compañías más importantes del sector del mueble y de la construcción han ido desapareciendo con la crisis, y las que sobreviven están en una situación muy delicada. La desaparición de Corrugados Azpeitia con sus 300 trabajadores sería la puntilla a la delicada situación que atraviesa todo el Urola.

También la Diputación Foral de Gipuzkoa debe pedir explicaciones a Gallardo para saber qué futuro van a tener los diez millones de euros que, según los trabajadores, debe a la Hacienda foral por los aplazamientos en el pago de los distintos impuestos generados por la actividad de la compañía

Al margen de la recuperación de esos 15 millones de euros, las dos instituciones concernidas, Gobierno Vasco y Diputación Foral de Gipuzkoa, no solo deben sentar a Gallardo para que dé explicaciones sobre su proceder, sino que deben tomar el liderazgo y la iniciativa para dar una solución a Corrugados Azpeitia y Corrugados Lasao, mediante la búsqueda de inversores que se hagan con la propiedad de dos plantas que, a pesar de la situación, pueden ser competitivas y tener futuro.

Hay que mantener Corrugados Azpeitia no solo porque afecta a 300 empleos en una comarca muy castigada por el paro, sino también porque esta planta forma parte de un sector estratégico para Euskadi como es el siderúrgico y que, en este momento, atraviesa una delicada situación. Hace un año, a iniciativa del parlamentario del PNV Alex Etxeberria, el Parlamento Vasco instaba al Gobierno Vasco, en aquel tiempo presidido por Patxi López, a liderar una estrategia para la reestructuración del sector siderúrgico para mejorar su competitividad con propuestas de optimización de costes y especialización de productos. Esa iniciativa es hoy más necesaria que nunca.