El puerto de Pasaia en su laberinto
Es necesario clarificar lo que se va a hacer para que haya certidumbre en los ciudadanos y en las empresas usuarias
LAS recientes declaraciones de la consejera de Medio Ambiente y Política Territorial, Ana Oregi, al rechazar de plano la construcción del puerto exterior de Pasaia con el sólido argumento de que como su posición personal siempre ha sido contraria, ahora, a pesar de ocupar un cargo de la máxima responsabilidad en la principal institución de este país, tampoco iba a cambiar de opinión, ha provocado más que alguna controversia institucional. El hecho de ser independiente no quiere decir que vaya por libre y soslaye el programa electoral con el que el partido que sustenta el gobierno obtuvo el respaldo de la mayoría de los vascos en los últimos comicios al Parlamento Vasco. Y el programa con la que el PNV se presentó a las elecciones del 21-O no renuncia para nada a la construcción de la dársena exterior, sino más bien lo deja en una situación de stand by a la espera de tiempos mejores y de cambio del ciclo económico, al señalar en su iniciativa 28 la necesidad de "hacer un análisis del modelo de gestión de viabilidad del puerto de Pasaia para que el territorio histórico de Gipuzkoa pueda contar con un puerto comercial que no esté sujeto a las limitaciones del actual". Todos sabemos cuáles son las limitaciones del actual puerto porque vienen marcadas por su orografía que impiden que a Pasaia puedan arribar barcos de más de 180 metros de eslora, lo que le hace no ser competitivo frente a la tendencia del transporte marítimo que utiliza buques de mayor tamaño por una política de ahorro de costes y por el auge de unos tráficos como el de los contenedores, con un aumento del 8% anual, y de los graneles líquidos que generan un alto valor añadido. Precisamente, las carencias estructurales de carácter físico que presenta el actual puerto de Pasaia impiden que esos tráficos puedan recalar en la dársena guipuzcoana. Por no hablar de la configuración de sus muelles y la proximidad a un entorno urbano densamente poblado. Afirmar que el objetivo es "arreglar y renovar" el actual puerto para mejorar la vida de sus habitantes es confundir la regeneración de la bahía de Pasaia, una deuda histórica que este país tiene con la única zona en declive que todavía existe a la que hay que añadir la incompetencia de algunos que desecharon fondos europeos consignados en el Plan Urban, con el motor económico que supone la existencia de un puerto en el entorno donde se halla ubicado. Habrá que buscar un equilibrio entre el respeto al medio ambiente y el desarrollo económico sostenible porque ninguna infraestructura básica que facilita ahora nuestra vida y el progreso se hubiera podido plantearse en puro rigor conservacionista. De hecho, en el programa electoral del PNV se plantea la construcción de la intermodal Lezo-Gaintxurizketa, que es una conexión para combinar el transporte marítimo, por tren y por carretera dentro del mapa de los grandes corredores ferroviarios europeos diseñados por UE, que ha fijado a Pasaia como punto estratégico de entrada a la Península Ibérica y de salida hacia el continente. El puerto de Pasaia no solo es un motor para la economía guipuzcoana, sino que en sí mismo genera riqueza para el territorio gracias a los 466 millones de euros que facturan las empresas usuarias de la dársena, según datos dados a conocer por Giport, que dan empleo a 2.318 personas. Precisamente, esta asociación de usuarios del puerto de Pasaia tiene muy claro que si no se hace la dársena exterior, la actual infraestructura desaparecerá a medio plazo. Por ello, es necesario clarificar de una vez por todas y desde todas las instituciones concernidas de una u otra manera en el puerto de Pasaia, es decir, las estatales y las vascas, como las guipuzcoanas y locales, qué es lo que se pretende y se quiere hacer con esta infraestructura para que haya certidumbre tanto en los ciudadanos, como de las empresas que operan en la dársena, tres de ellas, multinacionales y con intereses también en otros puertos. Lo contrario sería alimentar el agravio comparativo que algunos políticamente interesados quieren activar a la hora de plantear una discriminación de Gipuzkoa respecto de Bizkaia que puede perjudicar de manera importante a la imagen de país, ahora que la consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantza Tapia, está empeñada en proyectar la marca Euskadi-Basque Country como una referencia de excelencia en el mundo. No puede ser que a partir de opiniones que tienen más base técnica que política o económica o posiciones interesadas con el único interés de barrer para casa se estén gastando energías en la confrontación entre territorios cuando lo que debe de preocuparnos es cómo consolidar este país en el escenario internacional desde un planteamiento de unidad para activar nuestra economía y, de esa forma, generar empleo y riqueza. Hace unos años fue la ubicación de la sede del centro tecnológico Tecnalia, después el proceso que se ha seguido en Kutxabank, para luego proponer la fusión de la Orquesta Sinfónica de Euskadi con la de Bilbao o el último episodio del puerto de Pasaia. Dónde queda aquel pacto no escrito que sirvió de guía en la construcción de este país, una vez recuperado el autogobierno al comienzo de los años 80, por la que Bilbao iba a ser la capital financiera, Donostia la cultural y Gasteiz la administrativa, y que proporcionó un equilibrio que ha durado hasta hace unos años. Entrar en este tipo de disputas interterritoriales significa un retroceso en el tiempo que no se puede permitir.