No es que uno quiera ser pesimista, pero hay algunas cuestiones que la realidad, por un lado, y la actuación del Gobierno del PP, por otro, están provocando un alto grado de incertidumbre en la economía en general por mucho que Mariano Rajoy haya hecho la ola a su ministra de Empleo, Fátima Bañez, anunciando ciertos brotes verdes de recuperación a finales del próximo año en lo que no deja de ser otra demostración de voluntarismo y falta de credibilidad.
El Gobierno de Rajoy sigue blandiendo la espada de Damocles sobre nuestras cajas de ahorros y sigue generando incertidumbre sobre la forma en la que va a aplicar el Memorándum de Entendimiento (MoU) que firmó con Bruselas como condición para el rescate de la banca española al no pronunciarse todavía si las va a convertir en fundaciones especiales, al igual que va a hacer con las intervenidas, con lo que estarían bajo control jurídico del Estado y qué requisitos de incompatibilidad va a establecer para los órganos de gobierno de las entidades de crédito y los bancos comerciales bajo su control.
Y todo esto lo tiene que hacer aprobando una normativa legal antes del próximo 30 de noviembre, siguiendo la fecha establecida en el memorándum firmado el pasado mes de junio, lo que puede dar lugar a que el actual proceso de renovación en el que se hallan las cajas vascas y que concluirá el próximo miércoles, día 21, con la constitución de las respectivas asambleas generales y la elección de los consejos de administración, no sirva absolutamente para nada por ese cambio regulatorio del Gobierno central que puede distorsionar radicalmente la filosofía con la que nació y el desarrollo futuro de Kutxabank.
Si Rajoy y Bruselas hacen caso omiso a las continuas apelaciones que el presidente de Kutxabank, Mario Fernández, está haciendo para que el banco vasco siga tal y como está, esto es, propiedad al 100% de las cajas vascas, se puede dar la paradoja que frente a lo que dicen los estatutos actuales de la entidad los miembros de los consejos de administración de Kutxa, BBK y Vital, no tengan presencia en el órgano de gobierno de la entidad y sí, en cambio, personas que pueden ser designadas directamente por el Gobierno de Madrid. Amén de que el control del banco por las cajas de ahorro quedaría absolutamente diluido por debajo de una participación del 50% de las acciones, lo que obligaría a la entrada de nuevos socios.
Hasta tal punto puede llegar el absurdo al que nos puede meter Bruselas con la ayuda inestimable de Rajoy que el presidente de Kutxabank no tendría porqué pertenecer a ninguno de los consejos de administración de las cajas, con lo que puede darse la circunstancia de que el actual presidente, Mario Fernández, no siguiera al frente de la entidad. Todo un disparate.
Este es el escenario que el señor Rajoy tiene entre manos y que a juzgar por las impresiones recogidas en Kutxabank sigue actuando de gallego, es decir, sin pronunciarse, y aplicando su particular estilo de dejar pasar el tiempo hasta que amaine, puede tener graves consecuencias para la economía vasca que dejaría de contar con la única institución financiera que tiene, con todo lo que ello significa de carecer de músculo para afrontar la actual situación de crisis y prepararse para cuando llegue el cambio de ciclo. Parece que la espera será larga, porque la única preocupación del Gobierno es, en este momento, resolver todos los problemas que el está generando la puesta en marcha del banco malo.
Si se confirman los peores pronósticos y Rajoy no se rebela y sigue al pie de la letra lo que le demanda Bruselas, la pregunta que hay que hacerse es para qué ha servido ser la entidad más solvente del sistema financiero del Estado, tal y como lo ha ratificado recientemente la auditoria realizada por la consultora Oliver Wyman sobre los principales bancos españoles, si al final ese reconocimiento a la buena gestión se desprecia porque detrás de ellas están las cajas de ahorros.
El test stress de Oliver Wyman no sólo sirvió para conceder la matricula de honor a Kutxabank dentro del sistema financiero del Estado, sino fue una demostración de que el modelo de las cajas de ahorros sigue siendo útil y puede funcionar con eficiencia si su gestión se realiza de acuerdo con los parámetros de la buena gobernanza que debe aplicarse a cualquier tipo de organización, sea un banco, una caja de ahorros, una empresa o un club de fútbol. Como prueba de ello, basta recordar que entre las entidades que superaron la prueba se encontraban, aparte de Kutxabank, dos entidades más provenientes de cajas de ahorros: Caixabank e Unicaja. Tampoco hace falta recordar que en Alemania, Francia y Austria, por citar algunos países europeos, existen cajas de ahorros sin que Bruselas haya actuado con la acritud con la que lo ha hecho entre nosotros.
El problema es que la mala gestión de muchas cajas de ahorros en el Estado, fruto de la gran connivencia que sus responsables tenían con los políticos de turno y unido a una falta de control del Banco de España como órgano supervisor, ha hecho que estas entidades hayan realizado inversiones de tanto riesgo, sobre todo en el sector inmobiliario y en la promoción de grandes obras faraónicas, que muchas de ellas han tenido que ser nacionalizadas e intervenidas, tras haberse llevado a cabo un proceso de fusiones e integraciones que no ha dado el resultado apetecido. Algo que ha hecho a Bruselas poner al sistema de las cajas de ahorros en el ojo del huracán.
Los tres test stress europeos que en los últimos años han superado las cajas vascas, tanto de manera individual como a través de su banco, son pruebas más que suficientes para que Kutxabank siga siendo controlada por las entidades de crédito y no pierda su filosofía de banco de titularidad pública de gestión privada que reparte sus dividendos en forma de Obra Social. Lo que no puede ser es que justos paguen por pecadores.