Es el cuento de nunca acabar. Cada día al juzgado de lo Mercantil de Donostia se le acumula el trabajo por el número de empresas que solicitan concurso de acreedores y una gran parte de ellas, por el mismo motivo: la falta de financiación para poder seguir con su actividad.

Esta semana hemos conocido un nuevo caso de una empresa que ante la imposibilidad de obtener financiación por parte de las entidades de crédito está planteando un ERE de extinción de contratos para los aproximadamente 120 trabajadores que forman parte de la plantilla, y un concurso de liquidación ante la imposibilidad de que a corto plazo pueda cambiar la situación y reanudar la actividad.

Lo grave de este caso y de otros muchos que se están produciendo de manera importante a partir del pasado verano es que estas empresas cuentan con carga de trabajo, están internacionalizadas y tienen una importante cartera de pedidos, a la que no pueden responder porque, desgraciadamente, no disponen de los recursos necesarios para comprar los materiales a sus proveedores y poder asegurar así su fabricación.

Este es el drama de muchas empresas de Gipuzkoa, cuyo tejido industrial está compuesto por pequeñas y medianas empresas que, después de haber aguantado estoicamente los envites de la crisis en los últimos tres años, han llegado tan exhaustas en sus cuentas de resultados al tramo final de 2012 que ninguna entidad financiera se atreve a entrar en su financiación porque sabe que tiene muy difícil la recuperación del crédito contraído.

Y estamos hablando de empresas que han cambiado radicalmente de estrategia y adaptándose continuamente a las circunstancias del mercado, hasta el punto de formar parte de un clúster y modificar sustancialmente su política comercial por formatos más amplios y de soluciones integradas, así como llevar a cabo una gran apuesta por la inversión en I+D. Son empresas volcadas tanto en la internacionalización que han sido capaces de llegar a las antípodas, esto es, conseguir pedidos en Australia, sin que ese esfuerzo haya sido reconocido entre las entidades financieras, cuya única preocupación es provisionar recursos para responder a las exigencias de capital que les demandan como consecuencia de la reestructuración en la que desde hace varios meses se halla sometido el sistema financiero del Estado. El círculo vicioso que no para.

La gravedad de la situación no es que empresas que hayan hecho todos sus deberes, que tienen buena imagen en el exterior y que cuentan con pedidos, tengan que cerrar la persiana porque los bancos se niegan a ofrecer financiación, sino que desde esas entidades, algunas de titularidad pública y de gestión privada y que se dicen enraizadas con el territorio, pongan dificultades a la concesión de créditos poniendo como excusa la debilidad en la que se encuentran esas compañías que, a pesar de su cuenta de resultados actual, ofrecen importantes perspectivas de desarrollo futuro.

Y no sólo hay que fijarse en aquellas entidades que últimamente andan más preocupadas por sus participaciones en empresas estratégicas que en mantener el tejido de las pymes que es el santo y seña de la economía guipuzcoana -con todo lo que puede significar de cambio de estrategia, probablemente inducido por la actual coyuntura del sistema financiero-, sino en la ausencia de respuesta que existe por parte de las instituciones, en este caso de la Diputación Foral de Gipuzkoa, a esta continua sangría de cierre de empresas y procesos concursales.

No puede ser que ante el anuncio de la presentación del previsible cierre de una empresa que, a pesar de las dificultades propias de la crisis, puede tener futuro, los responsables de la Diputación Foral de Gipuzkoa tengan la callada por respuesta porque todavía no cuenta con un mecanismo que pueda, al menos, ofrecer salidas coyunturales, al menos para salir al paso, ante la situación de asfixia financiera en la que se encuentran en estos momentos muchas empresas guipuzcoanas.

El diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, rechazó en su día los planes anticrisis porque, en su opinión, no servían para nada, y puso a título de inventario Gipuzkoa Aurrera, al considerarla como un lobby empresarial, para crear una nueva iniciativa bautizada como Gipuzkoa Saretzen, con la que se pretende dinamizar el desarrollo económico de las comarcas del territorio. A día de hoy, nueve meses después de su presentación, solo conocemos su nombre.

La intención anunciada por la Diputación guipuzcoana es presentar la iniciativa Gipuzkoa Saretzen en este mes de noviembre. El problema es que cuando se ponga en marcha puede que sea ya tarde porque puede encontrarse con comarcas como Debabarrena y Urola, por poner dos ejemplos, en donde la actividad industrial habrá disminuido de manera muy importante por el cierre de empresas, con lo todo lo que significa de falta de recuperación del tejido productivo en el futuro. Y detrás de una empresa, a pesar de lo que algunos quieran ver, no sólo hay empresarios, sino también trabajadores que cotizan y familias.