España se ha convertido en una palabra tóxica en la política y en la economía de Estados Unidos y también en los países que controlan la UE. Por mucho que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, haya utilizado como gran argumento intelectual el de que nadie de fuera venga a dar lecciones de lo que es el Estado español y menos de un yanki mormón por mucho que pueda haber grandes coincidencias ideológicas, lo cierto es que la frase: "No quiero seguir por la senda de España" pronunciada por el candidato republicano Mitt Rommey en el debate televisivo con Barack Obama, significa tal deterioro en la imagen exterior que hará falta años en recuperarla.
El hecho de que uno de los candidatos a presidir la primera potencia del mundo ponga a España como ejemplo de lo que no hay que hacer en política económica en un programa televisivo seguido por millones de personas en todo el mundo pone de relieve que la imagen del Estado no solo no cotiza en los mercados internacionales, sino que lo hace además en términos negativos. Lo de Aznar y Bush es cosa de otros tiempos cuando "España iba bien".
Y esto a tan solo unos días de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy se paseara por la Sexta Avenida de Nueva York, fumándose tan ricamente un habano, como si la fotografía con la que The New York Times abría su portada con un hombre hurgando entre las basuras en una calle de Madrid para poder comer, le importase un bledo. Podía haber aprovechado el viaje para, tal como enumeró la vicepresidenta de su Gobierno, explicarle a Rommey las bondades que existen por estos pagos y "lo orgullosos que nos sentimos de nuestro estado de bienestar". Ese mismo, que están recortando un viernes si y otro también.
Y el que Rommey haya puesto a España como ejemplo de lo que no hay que hacer y que otro amigo de Rajoy en lo ideológico, como el expresidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, hiciera lo mismo en otro debate con el actual inquilino del Elíseo, François Hollande, coloca a las empresas vascas en una mala posición a la hora de profundizar en su internacionalización.
Aquellas menciones como ejemplo de futuro que hace años hacía Obama sobre la energías renovables, hasta el punto de visitar y hacerse fotos en una de las dos plantas que Gamesa tiene en Estados Unidos, o su apuesta por los trenes de alta velocidad, donde CAF es una referencia importante y que cuenta también con instalaciones propias, ya no volverán. Curiosamente, la referencia tecnológica de España en Estados Unidos reside, entre otras, en dos empresas vascas que desarrollan un alto nivel de I + D hasta el punto de formar parte de los líderes mundiales cada una en su sector.
Frente a esta situación en la que la proyección negativa de España en el exterior está ya lastrando a nuestras empresas en su presencia internacional, solo cabe como respuesta profundizar aún más en los niveles del autogobierno, no solo para traspasar unas cuantas competencias, y exprimir al máximo el Concierto Económico, para financiar determinados proyectos estructurales del país como puede ser el TAV, ante el recorte presupuestario del Gobierno de Rajoy, y también para potenciar la internacionalización y la innovación de nuestras empresas.
A pesar de que a día de hoy puede ser una tarea compleja, es hora de incentivar el made in Euskadi como una marca estratégica diferenciadora de la del Estado español a la hora de garantizar la competitivividad de nuestras empresas en el extranjero y como sinónimo de calidad e innovación.
No sería otra cosa que potenciar el modelo vasco, esa forma de ser y actuar, que es estudiada en numerosas universidades del mundo, entre ellas la prestigiosa de Harvard, como una alternativa al actual modelo neoliberal que nos ha llevado a la actual depresión. Ese modelo de capitalismo feroz e inhumano en el que, curiosamente, coinciden y fomentan Rommey y Rajoy.
Frente al neoliberalismo que está llevando a la pobreza a los países, solo cabe reivindicar lo que muy acertadamente el exlehendakari Juan José Ibarretxe, llama el desarrollo humano sostenible desde la base de una capacidad endógena en la toma de decisiones propias, es decir, el autogobierno. Se trata de enlazar el planteamiento humanista con la innovación científica, técnica y social como pivotes de una identidad propia. Cuestión de tiempo.