Transcurridos ya cuatro días de la huelga general convocada por ELA, LAB y otros sindicatos sectoriales vascos. la única alegría que nos ha dado la crisis es la matrícula de honor que el test de resistencia del sistema financiero estatal realizado por la auditoria Oliver Wyman por mandato de la UE ha dado a Kutxabank, al reconocerle como la entidad más solvente por encima de las sistémicas como BBVA y Santander, a pesar de que gran parte de su actividad la tienen en el extranjero. Porque de lo demás, más de lo mismo, incluso peor, tras el anuncio de Rajoy que va a echar mano del Fondo de Reserva para pagar las pensiones. Algo inconcebible hasta ahora.

Semejante afrenta al mayor símbolo del estado de bienestar social que nos hemos dotado los ciudadanos para poder vivir al menos holgadamente los últimos años de nuestras vidas, se produjo curiosamente un día después de que en Euskadi tuviera lugar la segunda huelga general del año y la sexta en los últimos cuatro. Y no solamente eso, sino que el proyecto de ley de Presupuestos para 2013 presentado por el Gobierno Rajoy no solamente incide en los recortes, sino que da una vuelta de tuerca más en los ajustes al destinar todo el gasto a saldar la deuda pública siguiendo la demanda de Bruselas. Ni un solo euro para inversión o para incentivar la economía, lo que quiere decir más recesión y más prolongación de la crisis.

Si esta ha sido la respuesta que el Gobierno del PP ha dado a la huelga general del 26-S en Euskadi habrá que colegir que la protesta, que tuvo una respuesta desigual atendiendo a la idiosincrasia política y socioeconómica de cada territorio, no ha servido para nada, sino como expresión pública del rechazo y de la impotencia de unos ciudadanos ante la adopción de unas medidas que solo traen más paro, disminución del bienestar social como un derecho conseguido por la lucha de los trabajadores y la pérdida del poder adquisitivo que afecta, como siempre, a los mismos.

Si la huelga general del 26-S ha servido como válvula de escape de los ciudadanos para expresar su rechazo por las consecuencias de la crisis y la incompetencia de esos políticos que lo único que saben es recortar y recortar siguiendo al pie de la letra instrucciones foráneas, más interesadas que solidarias, habrá que convenir que el único instrumento de fuerza que tienen los trabajadores a la hora de forzar un cambio de posiciones de sus interpelantes y conseguir sus reivindicaciones ha quedado devaluado conceptualmente.

Hoy, la huelga ha perdido su esencia porque de tanto usarla, en algunas ocasiones para fines distintos a los supuestamente pretendidos, el propio sistema la ha interiorizado como un mal menor, con lo que este instrumento de fuerza de los trabajadores ha perdido su fortaleza y el empuje que le caracterizaba porque cuando se llegaba a esta situación extrema era porque antes se habían agotado todas las vías de diálogo y acercamiento entre las partes.

Con el principal instrumento de fuerza de los trabajadores en clave testimonial, que parece haberse convertido en un fin en si mismo en función de una estrategia o de una inercia sobrevenida y teniendo en cuenta los resultados tanto a nivel general como local que estamos viendo, los sindicatos de este país deberían hacer una reflexión sobre el papel que deben desempeñar en el futuro en una sociedad tan cambiante que nada va a tener que ver con la existente con anterioridad a la crisis.

Toca una redefinición del papel de las organizaciones sindicales atendiendo a una situación que obliga a utilizar nuevas estrategias más acordes con una nueva realidad caracterizada por la pérdida de derechos de los trabajadores tras la última reforma laboral, recortes salariales, prestaciones sociales, inseguridad, etc., si se constata que la estrategia de la confrontación por la confrontación que algún sindicato puso en marcha en 2001 y que el resto, por inercia y por no quedarse aislados cuando tenían su propia línea definida, la han ido aplicando, no parece que está ofreciendo los resultados apetecidos.

Hace algunos meses, un líder sindical vasco me comentaba que el rechazo de iniciativas y proyectos a nivel social están bien, siempre y cuando, a renglón seguido, se presenten propuestas alternativas, es decir, elaborar nuevas soluciones a los problemas planteados. El no por el no, no conduce a nada, sino al enquistamiento de los problemas, aseguraba.

Son tiempos de buscar salidas negociadas entre las partes que era el leitmotiv con el que trabajaban los sindicatos hace más de una década y que nos ha dejado como recuerdo empresas, algunas de ellas verdaderos iconos hoy de la industria vasca, que siguen funcionando y que durante estos años están generando empleo. Si la apuesta de los sindicatos en aquel tiempo hubiera sido la de la confrontación, en vez de la del compromiso y aceptar ser parte del problema a la hora de buscar soluciones, probablemente, el mapa industrial guipuzcoano a día de hoy hubiera sido radicalmente diferente, seguramente, peor.

En la negociación colectiva, que es lo que da sentido a la existencia de un sindicato, las centrales sindicales vascas tienen en los próximos meses un arduo trabajo para tratar de actualizar los 62 convenios sectoriales que existen en la CAV y que dejarán de existir a mediados de 2012 si no se alcanza un acuerdo para su renovación. A lo que hay que añadir los otros 50 convenios que expiran este año o el próximo. Por no hablar de Gipuzkoa, donde las negociaciones del convenio del Metal llevan varios meses en vía muerta con la espada de Damocles de la pérdida de la ultraactividad a final de año o la ausencia de avances en el de la Construcción.

Se puede dar la paradoja de que ante la ausencia de convenios sectoriales en la CAV los trabajadores vascos se tengan que acoger a convenios estatales que se habrán ido actualizando con el paso del tiempo y que pueden llegar a recoger condiciones e incrementos salariales por encima de los propios. La ausencia de negociación colectiva ha provocado la congelación de los convenios y, en el mejor de los casos, la aplicación del IPC en la subida de los salarios a discreción del empresario. Un asunto a tener en cuenta en los tiempos que vivimos.