No sé si es mucho decir que los ancianos, nuestros abuelos y abuelas no son siempre bien valorados. Parece como si su pasado curricular, su sabiduría no es práctico ni útil. No quiero decir que los mayores seamos un problema, pero los ancianos para vivir necesitamos más que otros: por cada año que cumples la dependencia va apareciendo o va creciendo, mientras la autonomía disminuye. Y en nuestro ambiente, en esta sociedad competitiva y cambiante, no es una condición positiva. Echando la vista atrás, rememorando viejos tiempos, recuerdo que a los ancianos se les tenía en consideración y eran personas sabias, que habían tenido y tenían experiencia del mundo y de los ciclos de la naturaleza. Hay un refrán africano que nos viene a pelo: “Cuando un anciano muere es como si se quemara una biblioteca”. Necesitamos hacer una revolución cultural: buscar un sitio privilegiado y activo al mayor y acoger a los abuelos y abuelas de una manera positiva en nuestra sociedad. Y si este trato a los mayores va en este sentido, pone de relieve el nivel de civilización que tiene nuestro mundo. Es importante poner a los ancianos, a los mayores, en el centro de nuestros ayuntamientos con concejalías y Consejos Municipales de Mayores e ir abandonando el mercantilismo y el individualismo y dar un cambio cultural y humano, para que todos nos sintamos más realizados y nada ninguneados.