Quien, iletrado en nigromancias, pretenda acabar con un vampiro empleando una pistola con balas de plata acabará sangrado para morcillas al comprobar que el remedio va muy bien contra licántropos, pero en nada afecta a los nosóphoros, que terminan por arreglarte el largo de la yugular a dentelladas. Y es que es muy importante elegir las armas adecuadas para cada combate. En las ordalías medievales, y aún en los duelos de honor posteriores, correspondía la elección al retado, y así resultaría mala idea elegir espada ropera contra -por ejemplo- D’Artagnan, navaja albaceteña contra Curro Jiménez o revolver Colt Peacemaker contra El Hombre Sin Nombre, personaje de Eastwood en la Trilogía del Dólar, de Sergio Leone.Es también un error (como ha comprobado en carnes propias, ahora devoradas por los carroñeros, Pablo Casado), enfrentarse a un cuadro del Partido Popular esgrimiendo como arma un caso de corrupción, que (por experiencia debería saberlo el aún presidente del partido) poca factura les pasa y menos aún desde la infección populista que padecen algunas baronías. Suelen rehuir más, por contra, a los que consideran soplones, delatores, traidores a la atávica filosofía del partido de clavetear las alfombras en lugar de destaparlas, quizá por aquello del “hoy por ti...”. Volviendo al caso del vampiro, mucho peor sería acudir con la pistola sin balas o la pólvora mojada. Y por cierto, desconozco cuál es el arma adecuada para enfrentarse a meigas y meigallos...