Qué mal acostumbrados hemos estado los jóvenes de este país. No hemos vivido la cultura del esfuerzo, la ilusión por la independencia personal. Fuera de nuestras fronteras (hablo de las estatales), los chavales empiezan a trabajar de manera voluntaria sobre los 16 años, en vacaciones o después de clase, para pagarse su gastos y caprichos. La mayoría de ellos se independiza cuando va a la universidad (de las ayudas y tal, otro día hablamos), pero yo me he cansado de escuchar a conocidos eso de yo es que busco de lo mío. Tras la pandemia del covid-19 se ha intensificado el trabajo de los profesionales en los centros educativos. Muchos profesores han asumido cierto rol sanitario y realizado tareas de este ámbito, con las consecuentes preguntas sobre su capacitación y su responsabilidad. En países como Francia o Inglaterra cuentan con enfermeras escolares en la mayoría de los centros. Sin embargo, la situación actual de la enfermería escolar en España dista mucho de la media europea. ¿Por qué en España no se invierte en enfermería escolar? No solo los sanitarios vemos necesario el papel de las enfermeras escolares, sino también los progenitores y profesorado de los alumnos. Estos últimos deberían tener la oportunidad de ser atendidos por un profesional en caso de urgencia. Asimismo, un número elevado de niños padecen enfermedades crónicas, por ejemplo; diabetes mellitus o epilepsia, que requieren una mayor observación y cuidados especializados, que no tienen. La promoción de la salud de niños y adolescentes durante su etapa escolar es importante para que comiencen a desarrollar estilos de vida saludables y así prevenir enfermedades. Por eso me pregunto: ¿Llegaremos algún día a unir dos campos tan necesarios como educación y salud en el mismo punto de partida del desarrollo de las futuras generaciones?