Corría el año 200 a.C. cuando una horda de africanos entró en Europa. Como muchos de los que hoy lo hacen, lo hicieron por Hispania.Entonces eran fuertes, llegaban con elefantes y se apoderaban de lo que encontraban. Hoy llegan desvalidos y desesperados, sin atreverse a pensar en tomar algo que no sea caridad.Entonces cruzaron los Alpes y casi se adueñaron de Europa. Hoy llegan en patera o en los bajos de un camión y solo aspiran a hacerse dueños de sus propias vidas.Entonces conquistaban y arrasaban. Hoy esperan, miran con miedo y nos preguntan si dejaremos caer a sus pies migajas que despreciamos y a ellos les permiten vivir.Entonces hubo un general romano, Plubio Cornelio Escipión, apodado Africanus, que supo ver que solamente conseguirían derrotar a los cartaginenses si se enfrentaban a éstos en su propia tierra.¿Y ahora? Habrá algún alto representante europeo que se dé cuenta de que la solución de la barbarie africana, que muere una y otra vez en el Mediterráneo, no está en dotar de más recursos a la acogida, ni en asignar cuotas de reparto, sino en actuar allí donde se origina el problema.Habrá algún mandatario de la unión que se esfuerce en ayudar a que surjan empresas que generen riqueza, evitando así que cada vez más, un mayor número de desesperados, arriesguen sus vidas intentando llegar a un paraíso que, en el mejor de los casos, se encargará de decepcionarlos en cuanto lo abracen.