Finlandia es un país destacado por su innovación social para afrontar los problemas del siglo XXI: ha desarrollado y exportado el Método KIVa contra el bullying escolar; pusieron en marcha una Renta Básica Universal; sus profesores y maestros son las personas más respetadas y mejor pagadas de la sociedad... Y han aplicado, con notable éxito, un nuevo abordaje de los desequilibrios mentales más graves, el Sistema Diálogo Abierto. Básicamente, se trata de que psicólogos y psiquiatras abandonen sus cómodas consultas y vayan al encuentro del paciente en su entorno habitual. Allí, les escuchan con atención, intentando interpretar los posibles delirios de las personas en crisis vital, con la premisa de no medicarlas sistemáticamente, ni tampoco recomendar el internamiento de esas personas que pueden presentar un brote psicótico. Asimismo, buscan aliados y acompañantes del paciente entre la familia, las amistades y los vecinos del barrio; y logran con todo ello reducir el sufrimiento del paciente y su entorno, además de lograr la mejor integración, laboral y social, para la mayoría de sus atendidos. Mientras, en Euskadi, se sigue recurriendo al contraproducente internamiento (incluso para niños) y la sobremedicación para que el afectado aguante esperas de hasta tres meses para una consulta de 20 minutos, donde se establece un diálogo jerárquico desde el pedestal del fallido DSM, con el paciente convertido en un pobre ignorante de lo que le pasa, sospechoso para todos y cadáver social irrecuperable.