Y pensar que todo comenzó en Murcia, el 10 de marzo a las nueve de la mañana... "Libertad, libertad" y "Ayuso, Ayuso". Analizando la explosividad discursiva de la presidenta Isabel, ese grito de libertad podría parecer un oxímoron de libro, pero jamás recurriría a explicar a nadie lo que tiene que gritar ni mucho menos votar. Hubo quien lo hizo: "Los que ganan 900 euros y votan a la derecha no me parecen Einstein" (Monedero). Carmen Calvo describía la campaña del PP como "Cañas, no encontrarte con tu ex y abrelatas de berberechos". Error y falta de finezza. No tengo especial interés en Ayuso y sus asuntos, pero conviene -esto atañe a todos los rivales- no ofender a quienes quizá un día, sin cambiar drásticamente de sastre, puedan sin embargo cambiar de chaqueta y tomar otra dirección: la dirección de un futuro diferente en el que cupiera otro modelo gobernante. Cautela con la crítica en caliente. Cerrar puertas a la empatía, dice poco sobre estrategia de futuro. "Qué ganas de que esto pase, es un plomo" (Ayuso), malditos micrófonos. Ni pensamientos hechos audio ni cañas y bivalvos ni célebres científicos como referencias denostadoras hacia el elector: respeto y barajar. El centro ha desaparecido. Gabilondo no fue comprendido; ni siquiera oído con nitidez. Pablo no está, Pablo se fue. Cuando pase la pandemia ya no habrá tácticas que valgan. Confío en que todo este mar de fondo no afecte a los excelentísimos berberechos...