Son muchas las razones por las que el futuro no pinta bonito. Tomaré dos de las causas que más me duelen y, considero perdidas, para desarrollar dicha hipótesis: el euskera y el cambio climático. Ambas carecen de la consideración y dedicación necesaria para su pervivencia, tal como lo hicieron en sus mejores días. En ambos casos, anclados al papel de actor de reparto, sus agentes proactivos se ahogan en la frustración de la individualidad, entre la reactividad inservible y la indefensión aprendida. Es el caso de quien les escribe. Me centraré en el euskera. El presente, la realidad, no es un traje a medida para cada uno de nosotros. En consecuencia nos adaptamos a ella a través de la asimilación o la acomodación, redirigiendo tantas veces sea necesario nuestras metas, sujetos a la máxima de que “lo que se acepta te trasforma y lo que no, te somete”. Los que queremos vivir “también” en euskera, somos entes engañados por la historia, que cargamos con el mandamiento de luchar contra el presente en aras de una futura libertad lingüística, que a este paso, nunca llegará. Con mucho dolor, tiro la toalla. Un suicidio lingüístico. Basta de este sometimiento. Nada, a ser vasco dando la espalda al euskera como hace realmente nuestra sociedad. Euskaldun que sea otro masoca. A ser Basque, que es lo que se lleva ahora. Muy cool.