Cifras frías: Alemania 81.000, Italia 79.000, Reino Unido 52.000, España 31.000… y, así anualmente, hasta 428.000 en Europa.Sin embargo, si les digo que son seres humanos muertos de forma prematura por la contaminación en una lenta agonía con problemas respiratorios, cardiacos o cáncer, ¿no se caldean las cifras? ¿No cobran su espeluznante dimensión?Las ciudades apestan a diésel altamente cancerígeno. Usted, yo, nuestros hijos, nietos, hermanos o amigos, podemos ser los siguientes. Pero no somos conscientes de las dramáticas consecuencias que acarrea la incapacidad de usar el transporte público y el uso irresponsable y sin cordura de nuestro vehículo privado. Tampoco empatizamos con la muerte o la enfermedad hasta que nos atañe y, aunque asumimos que se deberían tomar medidas drásticas, continuamos usando nuestro vehículo contaminante.Con urgencia, sin estrecheces de miras y con responsabilidad, como la conciencia es poca y mucho el egoísmo, los poderes públicos encargados de tutelar la salud -art. 43 de la Constitución- deben poner remedio.