Casi un año después de que todo se pusiera patas arriba y, ¿qué es lo único que hemos deseado desde el principio? La vuelta a la normalidad. Hasta acuñamos el término “nueva normalidad” para referirnos a algo que de normalidad no tenía un pelo. Queremos volver a ver las caras de asqueo de la gente en el metro los lunes a las 7 de la mañana. Volver a salir los viernes de fiesta y regresar a casa con los primeros rayos de sol. Volver a hacer la comida de los domingos con la familia, aunque el suegro hable de política en el postre, da igual, nos hace falta de vuelta. Y es que aunque no queramos verlo, el ser humano no se diferencia tanto en este aspecto del resto de los animales, somos víctimas del costumbrismo. Podemos estar toda una vida quejándonos de nuestra rutina, pero cuando nos la arrebatan, la echamos en falta.