A veces el comportamiento de algunos gestores dejan en mal lugar a sus superiores como ha sucedido con las vacunas en los hospitales de Basurto y Santa Marina. Observando los datos positivos y la curva epimediologica, a uno le entra el desánimo y hartazgo. A sabiendas de que podía suceder, se hizo la apuesta por salvar la Navidad. Lo mismo sucede con las mal llamadas”no fiestas”, que sólo sirven para provocar a aquellas personas que no piensan más que en el disfrute personal, sin importarles las consecuencias sociales. Pasadas las fiestas, vemos los efectos y nos preguntamos qué hacemos ahora. Cierre perimetral, más restricciones y vuelta a tener más ingresos en hospitales, UVI y fallecidos. Aquellos que son insensibles a la situación y viven a su bola se reúnen en garajes, domicilios y otros lugares. ¿Qué les podemos ofrecer si no atienden a razones de que puedan ser la cadena de contagios? ¿Por qué la mayoría tenemos que soportar a esta minoría insociable que sólo piensa en ellos y nada más que en ellos sin importarles el resto? No he sido partidario de multar pero hemos llegado a una situación extrema y habrá que controlar a la gente temeraria para vergüenza de todos.