Hay más bares en mi barrio que en Noruega. Siempre usamos esta manida frase para criticar la abundancia de tascas en nuestro país. Lo que no mencionamos es que la tasa de suicidios en Noruega es 11,41 por cada 100.000 habitantes, frente a 7,82 en España. No valoramos la labor social que realizan los bares, sobre todo los de barrio; favorecen la sociabilidad y dan compañía a gente sola. Hace meses, un camarero alertó a la policía porque un cliente diario, anciano sin familia, llevaba dos días sin acudir a su café. Los bomberos le encontraron en el suelo, sin poder moverse, ni pedir ayuda: su fidelidad al bar le salvó la vida. Antes del COVID, mi horario en oficina de 9.00 a 18.00 horas solo lo interrumpía al mediodía, tomando un café en un bar; por 1,40 euros leía el periódico, veía el Telediario, comía una pastita, iba al baño y charlaba con el camarero. Nunca tan poco dinero me proporcionó tantas cosas. Volvía renovado a la tarde y trabajaba mejor. Ahora, en casa, lo echo de menos. Las instituciones deben tener esto en cuenta y ayudar a los negocios familiares, sobre todo de barrios humildes.