Mis ojos están encapotados por dos párpados que hacen esfuerzos por no cerrarse, ellos también buscan descanso. Hoy no han dormido ni cinco horas, pero es que ayer no fueron ni cuatro. Debido a la constante neblina se me cae el café en los pantalones, y Ane, en el cambio de turno, pensará que me he meado encima. Podría ser, pues no tengo tiempo ni para ir al aseo. Dos horas más tarde, todavía húmedo, debo prestar atención en clase.El brillo de la pantalla termina por destrozar mis pupilas. Cuando se le acaba la batería al ordenador, y como no hay enchufes en el aula, puedo relajarme -nótese el sarcasmo-. Después, al llegar a casa, me arde el pecho al ver cómo los medios blanquean a Santiago Abascal, un vividor que es secundado por millones de José Antonios. Me duermo mientras Santi apaga un habano contra el cenicero. En pocas horas serviré desayunos para levantar el país. No ser nini es complicado.