Llegas a la cumbre sintiendo la muerte, a la punta blanca, en el último esfuerzo casi sin respiración, sin oxígeno en las venas, los ojos nublados, casi muerto. La victoria contra ti mismo y contra los elementos te devuelve a la vida, caes de bruces al hielo y ya no piensas de dolor y de alegría. Pero hay que bajar. Sin fuerzas miras el infinito y te resignas a seguir viviendo porque abajo te espera la vida, pero eres consciente poco a poco de que va a ser más difícil el descenso que el ascenso precisamente porque es cuesta abajo. Nadie habla de la desescalada porque te juegas la vida tanto o más que en la cuesta arriba. Más tarde te hace sentir ese dulce calor de los ojos de la familia, la amistad y el amor, que puedes perderlo todo en un instante, en un resbalón y en el fuego de un descuido en la lucha por la bajada. La vida te espera y te das cuenta de lo hermoso que es vivir y la infinita variedad de matices que te ofrece. Hasta la gente que te repugna te parece menos mal y admiras las formas del poliedro y el beso. Hil arteraino bizi, han arte ez izi. Vive hasta que te mueras, no te asustes hasta estar allí. Salud.