Esas, sin entrar en otras lindezas de carácter claramente delictivas, han sido el denominador común de los partidos que han gobernado este país durante la transición. Además, en los últimos tiempos, para completar la debacle, se han ido reproduciendo en ese caldo de cultivo corrompido y contaminante en el que se han convertido nuestros partidos políticos, una pléyade de niñatos y niñatas con dudosas credenciales en su mayoría, que han convertido el Congreso en una mascarada. Con la perspectiva que nos van dando los días que han pasado, pone los pelos de punta la incompetencia que ha demostrado toda nuestra clase política. No ha habido capacidad alguna de reacción, a pesar de tener en las narices los errores precedentes de otros países. Que la cúpula política actuara en un clima de ocultación permanente, falseando datos o recurriendo como hoy sabemos a la mentira. Que los militares se equiparan para la pandemia, teniendo la misma información que el Gobierno y que este no lo hiciera. Que después de más de dos meses siga gente del ERTE sin cobrar. Pero lo más flagrante ha sido seguramente la inoperancia del Ejecutivo. En este momento nadie se cree que una persona con el currículum profesional de Fernando Simón no conociera los riesgos de contagio en las manifestaciones del 8-M y que, si no se prohibieron, fue evidentemente porque los intereses políticos de los partidos primaron sobre la seguridad ciudadana, una inoperancia que disparó la pandemia y echó a los profesionales sanitarios, sin equipamiento médico, a los pies de los caballos y de lo cual alguien tendrá que hacerse responsable.Esto del COVID-19 ha demostrado que los políticos estos de carrera han sido tan letales para las ciudadanías como el propio coronavirus, y son los responsables de la pérdida de vidas innecesarias de esta pandemia. Los países que han seguido los criterios de sus gobernantes han sido víctimas, unos de visionarios y egocéntricos como Trump, Bolsonaro, Johnson o el presidente mejicano, y otros de simplemente incompetentes, como en el caso español, italiano u otros, que han antepuesto la mediocridad de los intereses de sus partidos a las vidas de los ciudadanos, sin hacer caso de los consejos de los técnicos y los sanitarios, llevando la irresponsabilidad a un grado absolutamente demencial. Con estos bueyes no se puede arar.