Nuestros mayores de más de 80 años han vivido dos males: la Guerra Civil y la guerra contra el coronavirus. Sin lugar a dudas estamos viviendo momentos difíciles y la clave es no arrugarnos y cada uno desde su situación trabajar en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y hacer un mundo mejor. Los balcones de nuestras casas han tenido un color solidario con nuestro personal socio-sanitario como con todas las cuidadoras de nuestras residencias. La sensibilidad humana en la tragedia ha sido como un grito solidario en el dolor y en la muerte, aunque no haya sido posible el acompañamiento en el último momento. Es importante salir de esta precariedad, de una manera solidaria y hacer una sociedad más humana y más respetuosa con la madre naturaleza, en la que el capital debe de estar al servicio de la gente y sea posible una sociedad más igualitaria en la que no haya unos pocos que viven por encima de lo que deberían y otros muchos no pudiendo llegar al mínimo vital. Reconozco que a todos nos ha sobrecogido y nos ha descolocado esta dichosa pandemia, pero no es momento de caer en el miedo ni en la palabrería política hueca y manipuladora. Espero que nuestro lehendakari Urkullu siga firme en el timón de nuestro barco para salir de este maremoto. Termino con unas palabras del novelista y ensayista francés André Maurois (1885-1967): "El horizonte es negro, la tempestad amenaza; trabajemos. Este es el único remedio para el mal del siglo".