El agua, don caído del cielo esencial para la vida, acaba furtivamente en manos privadas. El cambio climático, la contaminación y la superpoblación la convierten en un recurso escaso codiciado por especuladores y corruptos. Por eso las multinacionales, ansiosas de rápida rentabilidad, compran voluntades, manantiales y distribuidoras, desatendiendo a las personas y descuidando la calidad de tan preciado líquido. Y, así, el agua se convierte en infalible negocio y centro de corrupción, una amenaza real para abastecer a los más necesitados. La privatización de este servicio no solo empeora su suministro, sino que encarece su precio, limitando el acceso a una parte de los ciudadanos. Existen numerosos casos recientes, fácilmente verificables, como Coca Cola en India o Nestlé en EEUU.El agua, por ser vital debe garantizar su calidad, su sostenibilidad y su distribución a todos a un precio justo. Esto solo es posible con gestión pública. Lo contrario, su privatización, es una gran canallada.