Hasta 2008, la economía española se basó en la conocida dieta mediterránea (cuyos ingredientes principales eran el boom urbanístico, la exportación, el turismo y el consumo interno), fórmula que creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva y precio desorbitado pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa (2008), debido al estallido de la burbuja inmobiliaria y el hundimiento del castillo de naipes de la economía española.

El milagro económico español tendría como efectos colaterales el incremento desmesurado del trabajo precario en España (más de 6 millones de personas), la desaparición del mito del puesto de trabajo vitalicio (tasa del 90% de contratación parcial) y progresiva pérdida de poder adquisitivo de asalariados y pensionistas. Además, según Intermon Oxfam, en la actualidad la tasa de pobreza se situaría en el 26% de la población ( 12 millones de personas ) y podría llegar a afectar al 40% de la población en el horizonte de la próxima década mientras el número de millonarios en España habría aumentado un 13% en el último año según datos de Eurostat, con lo que se está agudizando de forma vertiginosa una fractura social de resultados impredecibles.

En el supuesto de que la deuda pública y privada prosigan su vuelo por la estratosfera, que los salarios sigan congelados o con incrementos inferiores al IPC, que el crédito bancario siga sin fluir con normalidad a unos tipos de interés reales a pymes, autónomos y particulares y no se incremente la inversión en obra pública para reducir el desempleo, la economía española se verá abocada a un peligroso cóctel explosivo (el DDD). Dicho virus patógeno poseería la triple enzima de una deflación en los precios que impedirá a las empresas conseguir beneficios y a los trabajadores incrementar sus sueldos, una deuda privada imposible de asumir por las empresas y unas tasas de paro endémicas superiores al 15%, lo que podría generar una década de estancamiento en la economía española.