Con ser importante la cantidad de dinero de que disponen las entidades públicas, más lo es la forma en que lo gastan. Las autoridades municipales de San Sebastián, por ejemplo, han necesitado años para darse cuenta de que el complicado, carísimo e ineficiente sistema de bicis eléctricas era una mala idea. Habida cuenta que el dinero público siempre resulta insuficiente, ¿no hubiera sido preferible gastar todo lo derrochado en este tiempo en construir nuevos bidegorris, mantener en perfecto estado los ya existentes y construir aparcabicis, tanto cubiertos como descubiertos? Quien dejara de usar la tarjeta Mugi amortizaría los 130 euros que cuesta una bici nueva en apenas dos meses. No creo, en fin, que la labor de las instituciones públicas consista en proveer de bicicletas a los ciudadanos, sino, más bien, en proporcionar y conservar las infraestructuras que faciliten su uso.