El cambio de día para la celebración del Consejo de Ministros y Ministras, de viernes a martes, ha traído cola en la oposición, no solo en el hemiciclo, sino entre la ciudadanía.

Que si qué razón había, que si con ellos pretenden fines de semanas de tres (incluso cuatro) días, que menuda labor de ingeniería política, que parece que lord y lady Falcon quieren exprimir el aparato con viajecitos... Qué más dará que sea el martes que el viernes. Una cosa es hacer oposición razonada y otra hacer el ridículo.

"Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces pero no hemos aprendido a vivir juntos". Eso es fruto de mi observación a lo largo de mi vida que ha rebasado la sesentena y se acerca peligrosamente a los ochenta, va avanzado.

Me sorprende y, por qué no, me duele tanta disparidad de criterios. Hace unos días, me sorprendió la virulencia con que se atacaba a la confesión mayoritaria de los españoles. La Iglesia cristiana católica. Se puede defender lo que piensa, faltaría más, pero sin virulencia, todo grupo humano tendrá sus garbanzos negros y más un grupo tan numeroso como el cristiano católico, que se acerca a los mil quinientos (1.500) millones.

¿Que hay curas pederastas? ¡Que me lo digan a mí! Pero replegarse en el pasado, incluso con nuevas formulaciones asumiendo la actitud de la rigidez, que proviene del miedo del cambio no es de recibo; hay que tener en cuenta que detrás de toda rigidez hay un desequilibrio.

Por lo tanto, como institución que es tendrá sus criterios y normas, y a mí personalmente no me parece bien tres años de cataquesis para casarse.

Yo he sido joven (¡ay!), y pretender que los jóvenes creyentes no hagan nada mientras se forman personalmente me parece superdifícil. Pero no insulto a nadie. Y eso según mi entender es la verdadera democracia y respeto. Esa línea no hay por qué traspasarla. Por cierto, cuando ordena algo el islam nadie lo critica (¿los católicos son más conejitos de indias?).

Hay que convivir si queremos paz. No creo estar equivocado.