Y concretamente en un cajero bancario. Ese ha sido el triste epílogo hace unas fechas de Jesus, un conocido indigente del barrio donostiarra de Gros.

No es mi intención ejercer de agorero de infortunios, pero puedo afirmar, sin temor a equivocarme que, tanto la Administración Autonómica, como la Foral y Municipal dedican cantidades más que importantes con el fin de soslayar los diferentes tipos de marginación social, sin que por ello debamos caer en la autocomplacencia. Y quien tenga la menor duda no tiene más que comprobar las cantidades dedicadas a Servicios Sociales en los presupuestos de las entidades públicas reseñadas o visitar los comedores, dormitorios y pisos tutelados de Cáritas o de otras Asociaciones.

El problema surge cuando los afectados, son víctimas de diferentes adicciones y han arrojado la toalla, sin que quieran someterse a ningún tipo de disciplina y ayuda. En ese mismo momento el tratar de solidarizarse con ellos se convierte en la cuadratura del círculo, sin que ello presuponga ningún tipo de excusa, sino más bien describir la penosa realidad. Lo demás es poner paños calientes y pergeñar frases políticamente correctas, pero carentes, en muchos casos, de un mínimo realismo.