Ley vasca de Protección Animal. Antes de irse a disfrutar de sus bien ganadas vacaciones estivales, los parlamentarios vascos aprobaron la Ley 9/22 de protección de los animales domésticos en sustitución de la anterior, que databa de octubre de 1993, pionera en el Estado en la materia.

La evolución científica y la creciente sensibilidad social en torno al bienestar y protección de los animales la había dejado un tanto obsoleta. Es cierto. A ello se sumaban las exigencias del Convenio Europeo sobre Protección de Animales de Compañía y las sucesivas reformas legales en el ámbito del derecho penal, civil, hipotecario y de enjuiciamiento civil.

No entro a analizarla en profundidad. Era Romanones, político de la Restauración y paradigma de “virtudes” como el clientelismo, la corrupción y el despotismo, quien decía aquello de que hicieran otros las leyes, que él ya haría los reglamentos. A lo que yo añadiría, “y la oportunidad política de hacerlos cumplir o no”. Hay bastantes Romanones sueltos. Y como ejemplo puede servir el bajo interés de controlar a los animales calificados como “potencialmente peligrosos” o el escaso rigor por parte de las autoridades municipales, competentes para ello, en el cumplimiento de lo que a la identificación y registro de animales de compañía concierne.

Se aprecia un intento loable de evitar los abandonos, las camadas no deseadas y de poner orden en la venta ilegal de mascotas. Se introduce el seguro de responsabilidad civil para todos los animales de compañía, acertada decisión. Llamativa la referencia a la protección de las razas autóctonas vascas. Flipante la protección a las colonias felinas, especialmente si luego se controlan, claro. Meritorias las referencias a las sociedades protectoras de animales y a los colegios de veterinarios. Por lo demás, un cúmulo de obviedades y buenas intenciones, sin reflejo presupuestario, que tienen su reflejo en el Consejo Interinstitucional de Bienestar y Protección de los Animales. Un brindis al sol.

Los medios de comunicación acostumbran a resaltar el importe de las sanciones que conllevan las infracciones, pero nunca se preguntan cuántos expedientes llegan a sustanciarse ni cuántas sanciones se imponen cada año por parte de las diferentes alcaldías.

El caso es que, aprovechando mi participación, este fin de semana, en XXVII Congreso de Historia de la Veterinaria en Jerez de la Frontera, donde comunico sobre protección animal, pretendía remontarme a los orígenes de la sensibilidad por el bienestar animal, una de las banderas de la progresía actual, que alcanza el paroxismo y la intolerancia. Recuerdo algún lamentable acoso a dos prestigiosos colegas que, tras un largo proceso judicial, se falló a su favor y al de la ejemplar Sociedad Protectora de Animales y Plantas guipuzcoana.

La primera Sociedad Protectora de Animales de España se fundó en Cádiz en 1872 de la mano del pintor retratista y periodista Ambrosio Grimaldi Guitard. Pronto se extendieron a Madrid y Barcelona. En Gipuzkoa, la Sociedad Protectora de Animales y Plantas data, cuando menos, de 1909 y la de Bilbao de 1922, aunque seguramente serán anteriores. Todas tenían un marcado carácter antitaurino.

En 1883, durante el reinado de Alfonso XII de Borbón, en un gobierno del riojano Práxedes Mateo Sagasta, atendiendo la petición de la Sociedad madrileña Protectora de los Animales y de las Plantas, se dispuso que los rectores de las universidades recomendaran a los docentes de las escuelas públicas que inculcaran en los escolares los sentimientos de benevolencia y razonable protección que se debían dispensar a los animales y a las plantas, como medio de cultura y convivencia pública. Esta norma “inaugura” el derecho de protección de los animales en España y nunca ha sido derogada expresamente.

Hoy el desmedido interés por la protección animal en ciertos ambientes poco tiene que ver con la fiesta de los toros que, por otras razones, ella solita se va muriendo, si bien llama la atención que muchos de los militantes antitaurinos fueran los mismos que festejaban asesinatos en una época ya pasada para todos, excepto para esos que, rebajando impuestos a los ricos, nos lo recuerdan permanentemente a falta de otros argumentos.

Curiosamente, fue el general Martínez Anido, el “inventor” de la ley de fugas durante su etapa como ministro de la Gobernación en la Dictadura de Primo de Rivera, quien más se distinguió a la hora de promover iniciativas legislativas relacionadas con el tema que nos ocupa, importando el sistema británico de la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals, y declarando de “utilidad pública” las asociaciones que tuvieran estos nobles objetivos. A todo esto hay que sumarle otra serie de disposiciones tendentes a prohibir una serie de salvajadas tradicionales con participación de animales que, en algunos casos, alcanzaron sus objetivos. No obstante, ni entonces, ni mucho después, las Cortes españolas parecieron tomarse muy en serio la cuestión hasta fechas recientes, en que el Gobierno de España aprobó un proyecto de ley, con propuestas bastante originales, que deberá debatirse, y en su caso aprobarse, durante la presente legislatura. Amanecerá y veremos.

Listeriosis

La Fiscalía de Sevilla exonera de responsabilidad penal a la veterinaria municipal en el brote de listeriosis en carne mechada del año 2019, que provocó cuatro fallecidos, varios abortos y 254 intoxicados, pero reclama la responsabilidad civil del Ayuntamiento sevillano por la falta de control sanitario –escaso personal– y de autorizaciones que le competen. Un aviso a navegantes.

Onkologikoa

Por cierto, ¿qué pasa en Onkologikoa? Nadie nos saca de dudas, sin milongas de consejera a ciudadanos tontitos.

Hoy domingo

Arroz con frutos del mar Kerar. Albóndigas en salsa cazadora. Macedonia de frutas. Tinto de Rioja Alta, Club de Cosecheros, reserva 2016, de Muruamendiaraz. Café.