Decía Camilo Sesto que siempre se repite la misma historia. No han aprendido nada con el covid-19. Nadie con responsabilidades políticas e incluso técnicas se cuestiona sobre la naturaleza de los profesionales más adecuados para gestionar las zoonosis, que forman parte del programa de estudios de los veterinarios, que no de los médicos, lo que nos capacita para ser la primera barrera frente a las zoonosis. Pero, al parecer, nadie con mando en plaza lo sabe. Y vuelve a la actualidad el concepto One Health, Una Única Salud.

Un conocido portavoz ministerial sanitario dice que no vas a tener mucha importancia, pero a lo mejor sí -cualquier día lo fichan en el Vaticano- y la ministra se esfuerza en quitarle importancia y, sobre todo, no estigmatizar al poderoso e influyente colectivo homosexual al que, parece ser, le han tocado todos los boletos en esta rifa, aunque no exista una razón científica para asignarles tan especial protagonismo. Espero no volver a asistir al desfile de uniformados en los partes televisivos, explicándonos el robo de 30 kilos de limones en Alicante, resuelto por las fuerzas policiales en brillante operativo y devueltos a su dueño, gracias a dios. Amén.

Durante más de veinte años, el doctor José Poveda, veterinario, catedrático del área de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), ha impartido la asignatura de Enfermedades Exóticas Tropicales y Patología Tropical Comparada y opina que "la probabilidad de transmisión entre individuos sin contacto cercano se considera baja". Opinión que comparte el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) en su informe del jueves 19 de mayo. Según manifiesta el profesor. Poveda, estos casos se vienen detectando durante los últimos años, coincidiendo con la suspensión de la vacunación frente a la viruela que protegía de forma cruzada frente a la del mono.

Los monos padecen el cuadro de viruela, pero no son ellos el reservorio sino diferentes roedores, siendo el más conocido la rata de Gambia Cricetomys gambianus, del tamaño, esta sí, de un conejo, que no manifiesta sintomatología clínica, y que está muy presente en la dieta de muchos africanos. El contacto con ese roedor y su carne contaminada, que no la ingestión, desencadena lesiones en personas jóvenes que nunca han sido vacunadas contra la viruela. Esta rata fue llevada a los Estados Unidos por su ejército y entrenada para la detección de minas. Ellas contagiaron a los perritos de las praderas (Cynomys).

Este brote que estamos viviendo posiblemente está relacionado con gente procedente de África o con turistas que han ido a ese continente y haya ido saltando de persona a persona por contacto estrecho, a través de piel y mucosas. Dadas las características del brote y de los afectados, parece relativamente fácil de ser controlado sin recurrir a vacunaciones masivas y es difícil que llegue a haber una transmisión comunitaria, haciendo un seguimiento de sujetos afectados y sospechosos, para lo que, a estas alturas, debería haber personal sanitario altamente entrenado.

El riesgo de que el virus se quede entre nosotros, como el del covid-19, es mínimo, siendo los humanos el fondo de saco, toda vez que es muy difícil que infecten a roedores autóctonos que sirvan de reservorio, de forma que en cuanto los afectados se recuperen, en tres o cuatro semanas, este asunto quedará en una anécdota y las posibles secuelas cutáneas.

También existen la viruela ovina y caprina o la porcina, para las que existen vacunas, pero de esas hablamos otro día.