a avispa asiática, el bochorno del verano, o la dichosa carabela portuguesa y sus venenosos tentáculos. ¿Recuerdan? Hay hasta cierta ternura en esa revisión del pasado. Hasta hace algún tiempo eran temas recurrentes para quienes nos dedicamos a juntar letras. Reportajes costumbristas, pinceladas de cotidianeidad. Es verdad que encendías la tele y veías las consecuencias de conflictos bélicos en medio mundo, pero la apagabas y regresabas a tu remanso de paz. Hijos de un momento histórico determinado, todo parecía en su sitio a este lado del mundo gracias a los sólidos cimientos -¡bendita ingenuidad!- de eso que llaman orden internacional. Y llegó la recesión de 2008, y desde entonces nada volvió a ser igual. Nuestro oasis se fue al carajo y, golpe tras golpe, no dejamos de besar la lona. Quizá siempre ha sido así la vida, una sucesión de crisis que, como sacudidas de tierra, atemorizan a quienes se ven inmersos en ellas. No lo sé, pero resulta insoportable la sucesión de momentos históricos: más de 6.000 muertos tras dos años de pandemia, familias ucranianas que llegan a nuestro barrio tras huir de la guerra, y un goteo mortal de migrantes que no cesa. ¿Qué ha sido de la avispa asiática? ¡Qué ganas de volver a escribir sobre ella!