PERIODISMO EN CAÍDA LIBRE - Fíjense qué despiste llevo o qué poco trato de consumir la farlopa pseudoinformativa que rula por ahí, que ni me había enterado de la existencia de un fulano que decía haber pasado 35 años en coma. Lo supe, y me consta que no soy el único, por el desmentido a todo trapo de la paparrucha. Y ahí sí que me interesó la historia, o sea, la historieta, porque contiene la reproducción a escala de los niveles de pozo séptico a los que ha descendido mi oficio. Por hacer una analogía facilona, lo que lleva 35 años en coma es el periodismo. Y si solo nos fijamos en los diez últimos, el encefalograma no es que sea plano sino que se desploma en picado vertical. Lo peor es que todavía podemos caer más bajo. Lo pongo en primera persona del plural porque, a diferencia de tanto exquisito que se proclama ajeno a esta degeneración, yo no estoy en condiciones de tirar la primera la piedra. Tengo meridianamente claro cuál es el campo de juego. Ya sé que una soplapollez de aliño que escriba sobre Rocío Carrasco decuplicará en visitas el más sesudo de mis análisis sobre cualquier asunto candente de actualidad política.

TIMADOS Y TIMADORES - Anoto lo anterior porque tras el episodio del marinero gallego fantasioso, veo un huevo de lecciones de dignidad entre quienes hace cuatro días se comieron con patatas y difundieron a saco, Paco, la agresión fascista a un homosexual que resultó una invención del tipo porque le daba miedo que su novio descubriera que le ponía los cuernos y le gustaba el sado. Eso, por no mencionar que esas cabeceras tan castas y puras practican como cualquier otra el clickbait, que es la forma fina de llamar a los titulares construidos expresamente para llevarse al huerto al incauto lector, que después de haber pinchado, se encuentra con una memez de pantalón largo donde esperaba una suculenta noticia. Hace un tiempo, les habría dicho que está muy mal engañar con esas triquiñuelas, pero mi propia experiencia cerca del lado oscuro me hace ver que el timado es tanto o más culpable que el timador.

LA MENTIRA VENDE MÁS - Siguiendo esa misma lógica, pero aplicada al tipo que ha sido capaz de dársela con queso a millones de personas, yo absuelvo de todo pecado al tal Manel Monteagudo (que, por cierto, se llama realmente José Manuel Blanco, manda carallo). Si ha sido capaz de colar una filfa tan fácilmente desmontable -¡que tiene una hija de 22 años, joder! ¿Cuándo y cómo la concibió?-, es porque lo de contrastar las fuentes es un trámite innecesario. ¿Para qué, si los lectores prefieren un trola divertida a una verdad aburrida?