A ntonio Manuel Guerrero, el guardia civil de La Manada, tiene una lógica aplastante. Por las mañanas estaba destinado a prestar apoyo a las mujeres maltratadas, y por la noche se dedicaba a abusar o a agredirlas sexualmente en Iruñea o Pozoblanco. Declaró ante el Tribunal que la víctima se prestó a tener sexo voluntario y le robó el móvil para impedir que pidiera ayuda. Le dieron de baja de la Guardia Civil, pero le mantuvieron en la prisión militar de Alcalá Meco por seguridad. La novia en lugar de abandonarle por la violación grupal a una chica madrileña de 18 años, le fue a visitar y mantuvo con él un vis a vis en prisión del que quedó embarazada. Unos meses después su abogado pidió al Tribunal que le pusiera en libertad por arraigo familiar. En una carta el guardia civil argumenta que “su hija pequeña está necesitada de los cuidados y el amor de su padre y está creciendo sin su compañía”. Y como el aire de Alcalá de Henares le ha debido sorber el seso como a Don Quijote, se arranca con otra carta que publica en La Tribuna de Cartagena en la que denuncia “caza de brujas” contra ellos. Asegura que “no se puede escupir hacia arriba, porque todo cae” y añade que “no soy ningún violador, ni abusador, ni odio a las mujeres y no escupo fuego por la boca”. Concluye con muchas más sandeces que lógicamente no reproduciré, pero dice que “mañana le puede pasar a tu hermano, a tu padre, a tu hijo o a ti mismo y ese día os arrepentiréis de haber apoyado el #yositecreo.” Ahora, la Fiscalía de Navarra ha solicitado el inmediato ingreso en prisión de Antonio Manuel Guerrero “ante el riesgo de fuga manifestado por el intento de quebranto de la medida expresamente acordada en el auto del Tribunal de que no podía obtener un nuevo pasaporte en el futuro”. Guerrero se presentó el lunes, 25, en las dependencias de la Policía de Tablada-Sevilla para solicitar un pasaporte, que le fue denegado. El hombre duro de La Manada debiera volver al corral por un delito de quebrantamiento de medida cautelar, en grado de tentativa.