No me cabe duda de que el sexismo campa todavía a sus anchas en el diccionario de la Real Academia Española y se amplía con lamentables expresiones populares en el lenguaje callejero. La últimas polémicas se montaron en torno a dos definiciones de la RAE sobre los conceptos “sexo débil” y “fácil”, en los que se refería al colectivo de mujeres de “manera despectiva o discriminatoria”. Ante las miles de firmas de personas anónimas, escritores, lingüistas, asociaciones y organizaciones de todo tipo, la Academia finalmente a regañadientes decidió modificar o retocar esas acepciones en la última actualización del pasado 8 de marzo. Otro término controvertido es el de rubia, estereotipo utilizado de manera despectiva en el lenguaje cheli para referirse a un arquetipo de mujer “de pelo rubio, atractiva, a la que se le juzga por su aspecto exterior, y se le supone de escasa capacidad intelectual, exiguo sentido común, y se le concibe injustamente como tonta”. No es ningún secreto que no existe relación entre el color del cabello, su falta y la inteligencia. Numerosas actrices han tenido que interpretar papeles de esa guisa por imperativo de los guionistas, como Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Jean Harlow, Jayne Mansfield, Judy Holliday, Suzanne Somers o Reese Witherspoon. La ínclita Cristina Cifuentes utilizó ese mismo argumento cuando siendo presidenta de la Comunidad de Madrid explicó que en ocasiones “se hacía la rubia” para extraer más información en las reuniones con sus colegas masculinos. Luego pisó el freno y aclaró que también los hombres “se hacen los rubios”. Confieso que me tragué la argumentación, a pesar de su innegable machismo. Ahora, permítanme la humorada, veo que la RAE también introduce aquí la discriminación de género. Mujer rubia se equipara a “tonta”, pero su equivalente masculino, rubiales, significa persona inquieta, bulliciosa y dispuesto a armarla. Fíjense en el Luis ¡Rubiales! de la Federación Española de Fútbol, el que ha despedido a Lopetegui, y le ha echado mucho hierro al asunto.